domingo, 28 de noviembre de 2010

Skyline - El que advierte, no es traidor




Miro la hoja en blanco. La hoja en blanco me mira a mí. ¿Cómo empiezo esta crítica? ¿Qué puedo decir de “Skyline”? Después de mucho tiempo, recurro a la idea más evidente, pero, bajo mi punto de vista, acertada: no vayáis a verla. No gastéis ni dinero ni tiempo en semejante engendro. A uno, que ama el cine de manera desproporcionada, y que lo entiende como constante fuente de emociones y magia, como una huida a otros mundos, mejores o peores que este, pero diferentes, al fin y al cabo,o, incluso, como un mero entretenimiento de, por desgracia, cada vez menos masas, le duele personalmente presenciar un espectáculo tan deficiente como el que nos ofrecen los hermanos Colin y Greg Straus. Y el estropicio no debería sorprender tanto, ya que nos encontramos ante unos señores que cuentan en su filmografía con un solo título: “Alien Vs. Predator 2”. Con ese curriculum, lo último que se podía esperar era una buena película. Pero es que, una cosa es el cine y otra, muy diferente, es “Skyline”.

Supongo que, una de las labores de la crítica, es intentar ser, en cierto modo, constructiva, encontrar algunos puntos favorables para que la balanza no quede demasiado a favor del lado que se supone pésimo. “Skyline” tiene algo bueno, unos, aproximadamente, quince minutos de entretenimiento, dentro del sopor general, que nos dejan un pequeño resquicio de lo que podría haber sido esto, osease, una película. Y es que, todo en esta invasión llevada a cabo por unos extraterrestres que utilizan aspiradoras gigantes para sembrar el caos, es una mezcla infumable que, por no tener, no tiene ni respeto hacia sus referentes más cercanos, llegando a plagiar escenas de, entre otras, “Independence Day” o, de manera más evidente si cabe, “La guerra de los mundos”. En cuanto a los personajes, poco que decir, marionetas que basan sus acciones en gritar, correr, saltar y decir algunos de los diálogos más ridículos que se han escuchado en una sala en años.


Sin embargo, si hay que felicitar a alguien es, sin duda, a los responsables de un trailer que se encarga de resumir, en dos minutos, todo lo que podemos encontrar en la película, es decir, unos notables efectos especiales, que incluso terminan pareciendo acartonados y risibles. Por si nos faltaba algo después de hora y media de sufrimiento, los creadores de esta tomadura de pelo se sacan de la manga un epílogo que no hace más que subrayar lo que se intuía al comienzo de “Skyline” y se certifica en su desarrollo. Que parece una película interpretada, escrita y dirigida, por niños de 3 años. Eso si, digo esto con todo mi respeto. Hacia los niños de tres años, claro. Quien advierte, no es traidor.


sábado, 20 de noviembre de 2010

Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 1 - La madurez del mago





Todavía recuerdo aquella tarde de noviembre de 2001. El, por desgracia, desaparecido cine Alfonso XIII de Cartagena estaba repleto de niños ansiosos que daban forma a una cola antológica. Por entonces no existía la opción de reservar entradas por lo que la batalla para conseguir una buena butaca donde ver la adaptación cinematográfica del primer libro de una saga que estaba agitando el mundo era cuestión casi, de vida o muerte. Al final se consiguió y en una sala abarrotada se empezaban a escuchar los gritos, silbidos y risas nerviosas ante uno de esos días marcados en el calendario. Las luces se apagaron, y los primeros aplausos no se hicieron esperar. La fantástica banda sonora de John Williams daba paso a la imagen que todos estábamos esperando: “Harry Potter y la piedra filosofal” se desplegaba ante nosotros como un torbellino de magia, fantasía, acción y emoción sin descanso alguno. Pasados los 152 minutos, como un suspiro, volvieron los aplausos, el entusiasmo. Se habían cumplido las expectativas y Potter había conseguido trasladar parte de su genial origen literario a la gran pantalla. Pues bien, nueve años y seis entregas después, vuelve a una sala de cine el, ya no tan joven, mago. Vuelve Harry Potter.

El marketing y la publicidad que rodea cada estreno cinematográfico de las aventuras de Ron, Hermione y Harry nos la conocemos. Que si la más adulta, que si la más tenebrosa, que si la más oscura…pues bien, esta vez, tienen razón. El director David Yates vuelve a ponerse tras la cámara, tras convertir “La orden del Fénix” en una película casi redonda y desaprovechar la apabullante carga dramática de “El príncipe mestizo” hasta hacer de ella una película, casi, de transición. Y lo cierto es que es más que probable que nos encontremos ante su mejor dirección. Llena de ideas memorables, como la plasmación de un cuento en una especie de película animada dentro de la historia, Yates demuestra un buen numero de recursos que dotan a las aventuras de Potter de una madurez envidiable para el resto de la saga. Pero, por desgracia, con la evolución llegan también las perdidas, y en este caso se sacrifica la magia a cambio de los conflictos personales de los personajes. Olvidaros de Hogwart, Quidditch, pociones y conjuros, “Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 1”, se presenta como una película de misterio, aderezada por unas notables escenas de acción, algo de road movie, y evidentes ecos de las inolvidables aventuras de Frodo, Aragorn y compañía.

Incluso con los inevitables baches de ritmo que puede tener una película de dos horas y media de duración, esta primera parte del capítulo final de Harry Potter se presenta como una más que digna antesala de la que, presumiblemente, será la entrega más espectacular de toda la saga, una parte 2 que se espera, desde ya, con las ansias de quien sabe que nos encontramos ante uno de los desenlaces épicos más magistrales que se recuerdan. Los que hemos crecido con Potter, Voldemort, la familia Wesley o Severus Snape, volveremos en julio a sentarnos en una sala, escuchar las risas nerviosas y esperar que se apaguen las luces para dar por concluida, no solamente una notable franquicia cinematográfica, sino, una parte de nosotros que, al igual que ocurrió cuando llegamos a la última página de su inolvidable referente literario, se sentirá un poco más mayor. Perdida la inocencia, nos queda la madurez. Y entonces tocará volver a recordar que cualquier tiempo pasado quizás no fue mejor, pero si un poquito más mágico.


domingo, 14 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim contra el mundo - Continue




No tengo que hacer muchos esfuerzos para recordar cuando de pequeño le pedía a mi madre veinte duros para ir a jugar con mis amigos a los recreativos del parque infantil que había al lado de mi urbanización de verano. Pasábamos las horas jugando al “Street Fighter”, “Super pang”, “Spider-man” o un juego de vaqueros que me encantaba pero que, maldita memoria, no recuerdo su nombre. Eran buenos tiempos, inocentes, ingenuos y podíamos llegar a ser los chavales más felices del mundo solamente por ganar un combate al “Mortal Kombat” con un combo imposible. Una generación que ha ido creciendo, algunos más, otros menos, hasta llegar al día de hoy, donde esas máquinas gigantescas han dado paso a videoconsolas cada vez más diminutas, donde se juega a juegos donde los protagonistas parecen seres humanos tan reales como tú y como yo. Pero aún quedan aquellos enamorados que recuerdan con nostalgia aquel primer game over, you win o ayuken. Para todos ellos llega un homenaje en forma de película: Scott Pilgrim contra el mundo.


El director Edgar Wright, llegado directamente de la escuela de comedia inglesa, retrata la típica historia de chico conoce chica como no se había hecho antes. Tras unos epilépticos títulos de crédito, Wright comienza un festín visual pasado de rosca, donde los ochenta, la psicodelia, lo Indie, el punk rock y, sobre todo, el videojuego se dan la mano en una montaña rusa que no da descanso alguno a un espectador que intenta, como puede, captar todos los mensajes, visuales, que se le están mandando. Y es innegable la fuerza de sus imágenes, lo brillante de alguna de sus ideas, como el homenaje a las sit coms americanas, pero eso no puede dejar de ocultar las deficiencias de un guión que contiene demasiados referentes, demasiadas locuras, llegando a sobrecargar, especialmente en una primera hora que tarda demasiado en arrancar, cuando lo que intenta es arrasar. Sin embargo, en la segunda parte de la película, “Scott Pilgrim contra el mundo” decide aparcar, en cierto modo, su innovación, basada en lo retro, para terminar mandando un mensaje que, no por ejemplar, deja de ser tópico.


Son muchas las voces que ya la han señalado como nueva película de culto, como la historia que marcará a una generación de adolescentes que, en un futuro no muy lejano, recordarán con cariño la primera vez que vieron “Scott Pilgrim contra el mundo”. Y uno no puede más que sonreír al escuchar este tipo de alabanzas. Sinceramente, nos encontramos ante un entretenimiento híper vitaminado, unos fuegos artificiales sin control que sepultan una historia contada mil veces antes. Y no, no es la película que marcará a una generación, es la película que se le debía a una generación. Amémosla u odiémosla. Después de todo, siempre ha dependido de nosotros pulsar el “Continue”.

lunes, 8 de noviembre de 2010

"The Town. Ciudad de ladrones" - La honestidad de Affleck



Una de las mejores cosas que te pueden pasar cuando vas al cine es que una película de la que esperabas más bien poco, se muestre ante ti como un producto de calidad incontestable. Que un actor o un director tiren por tierra todos los prejuicios, que te callen la boca con su trabajo. Son muchos los intérpretes que despertaban las manías y odios de gran parte de la crítica, hasta que se pusieron tras una cámara, para contar una historia y no ser meramente el vehículo de la misma. Ben Affleck se acaba de sumar a la lista al confirmar lo que ya se intuía en su tan notable como sobrevalorado debut, “Adiós, pequeña, adiós”, una película con la que “The Town. Ciudad de ladrones” comparte calles, las de Boston, sentimientos y, lo más importante, seguridad en si misma.

El protagonista de, entre otras, “Pearl Harbour”, dirige de manera ejemplar esta historia de relaciones entre atracadores de poca monta de un pobre barrio de un Boston sacado directamente del “Mystic River” de Eastwood, que se convierte, junto a Michael Mann, en el referente más evidente del Affleck director. Con capacidad para sacar clasicismo y emoción en donde otros realizadores caerían en lo rutinario y típico, y con una demostración de sabiduría cinematográfica en las apabullantes escenas de acción, el intérprete norteamericano se destapa definitivamente como un director a tener en cuenta y un narrador excepcional. Y es que, “The Town”, sin descubrir nada, se destapa como un sobresaliente ejercicio de género, un entretenimiento perfectamente estructurado con una historia que no decae y que, además, se permite el lujo de ofrecer instantes apasionantes.

Otra cosa es el apartado interpretativo. Ahí aparece de nuevo ese Ben Affleck que confunde la contención con la inexpresividad, aunque, todo hay que decirlo, está bastante mejor que en otras, lamentables, ocasiones. Por su parte, Rebeca Hall cautiva a la cámara sin apenas esfuerzo y Jeremy Renner ofrece la mejor interpretación de la película, mucho superior a la que le dio la nominación al Oscar por “En tierra hostil”. En definitiva, con sus mínimos fallos y múltiples aciertos, nos encontramos ante una película que ofrece esa oportunidad de sorprendernos con algo que nos han contado muchas veces, pero de un modo tan clásico, directo y conciso que uno no puede apartar la mirada de la pantalla. En estos tiempos que corren, donde obras maestras y películas infames comparten horarios y cartelera es difícil encontrar cine honesto. Ahora ha llegado una nueva oportunidad. Se llama “The Town”. La escribe y dirige Ben Affleck. Y es brillante.

Nota: 9

viernes, 5 de noviembre de 2010

"Los ojos de Julia" - Menos, es más




La sensación de desasosiego, de tensión máxima en la butaca es aquella que se produce cuando un personaje, por poner un ejemplo, recorre un pasillo hasta una puerta donde se intuye un pequeño hilo de luz. El suspense, realmente, no está en que hay detrás, sino el camino que lleva hasta allí. Los pasos, el silencio, la oscuridad. Hay, o debería haber, una regla no escrita en el género del thriller que subraya la necesidad de sugerir más que mostrar, de que menos, casi siempre, es más. La magia del momento se produce cuando ese “algo” estalla, cuando nuestro protagonista abre esa puerta o cuando ese suceso se materializa. Si, es efímero, pero la intriga que hemos sentido es lo que realmente buscamos cuando vamos a ver un thriller. “El orfanato”, referencia inmediata de esta “Los Ojos de Julia” que nos ocupa, por responsables, no por historia, conseguía casi todos sus propósitos: angustiar, asustar, intrigar y emocionar. Sin embargo, esta especie de sucesora, se queda a medio gas, provocando al espectador, más que sugiriendo.


El guión y dirección de Guillem Morales se tambalea desde sus mismas bases. Un argumento en constante lucha consigo mismo sobre qué contar y el modo de hacerlo, donde un alto número de logros visuales intentan salvar unos agujeros de guión destacables. Especialmente en su comienzo, que no prólogo, “Los ojos de Julia” machaca al espectador con la continua necesidad de provocar una tensión demasiado artificial y calculada, de subrayar un misterio que si, que es cierto que está ahí, pero que deberían dejar fluir sin la necesidad constante de remarcar, a base de música grandilocuente y miradas intensas, la historia de unos personajes a los que el guión utiliza como marionetas, desdibujándolos hasta límites que rozan el ridículo. Entre todo ellos, se eleva, y de que manera, la Julia del título, a la que interpreta una Belén Rueda que, aunque bordeando la sobreactuación, termina ofreciendo un auténtico tour de force interpretativo que la sitúa entre las actrices más destacadas del panorama español. Sin duda, lo mejor de la propuesta.

En cualquier caso, además de su protagonista, en “Los ojos de Julia” podemos encontrar más razones para no arrepentirnos por haber pagado la entrada. Hay escenas deslumbrantes y, a pesar del delirio argumental, sus últimos 45 minutos están llenos de ritmo frenético y giros lo suficientemente divertidos como para no aburrirse ni un instante. Bien es cierto que, para entonces, la esperanza de ver algo más que bueno ha desaparecido. La taquilla ha respondido, situándola en lo alto de las películas con mayor recaudación del pasado fin de semana, pero lo que parece más complicado es que, dentro de unos meses, su recuerdo permanezca ligado a algo más allá de las expectativas cumplidas a medias. “Los ojos de Julia”, se toma demasiado en serio a si misma, intenta convencerse de que se trata de un artefacto de tensión perfecto. Pero se equivoca en la forma y uno termina con la sensación de que, de acuerdo, se ha asustado, pero nadie le ha contado el trayecto hasta la puerta. Más tensión, menos sustos. Más emoción, menos angustia. Menos, es más.

sábado, 23 de octubre de 2010

"Déjame entrar" - Hacerse mayor




Cuando la pantalla queda en blanco absoluto e inmaculado, como la nieve que ha ido protagonizando los escenarios desde el comienzo de la película, y empiezan ha aparecer los responsables de este soberbio remake, uno se siente profundamente conmovido por lo que ha visto. Cuando uno sale del cine, y en su cabeza resuena la abrumadora banda sonora firmada por Michael Giachinno que rellena los silencios de esos dos niños inolvidables, uno se siente profundamente emocionado por lo que le han contado, y el modo en el que lo han hecho. Cuando uno, dos días después de ver la película, recuerda alguna de sus escenas y momentos, es consciente de que ha sido testigo de una de las mejores películas del año. “Déjame entrar”, versión USA, recoge el testigo de su excelente cinta original, para engrandecerla y completarla, entenderla y respetarla, rendir tributo emocionado y, aquí está lo verdaderamente importante, emocionante.

Y la labor no era, en absoluto, sencilla. La cinta sueca estrenada hace dos años marcó un pequeño hito en la historia del género, siendo en la actualidad, una de las cintas más respetadas y queridas por todos aquellos que pudimos disfrutarla en su corta e injusta trayectoria en las salas de cine de nuestro país. Así que el trabajo que tenía por delante el director Matt Reeves, cuya filmografía se basa exclusivamente en la, tan entretenida como irrelevante, “Monstruoso”, se presentaba como un riesgo, para muchos, innecesario. Pero, he aquí la excepción que confirma la regla: se pueden hacer buenos, excelentes, remakes que justifican, por si solos, la relectura de una joya como “Déjame entrar”. No se trata de superarla, sino de ofrecer una nueva visión de algo que ya nos habían contado de otro modo. Dos versiones de una misma historia.

Donde en la original había frialdad, bien entendida, aquí hay emoción, de esa que se contagia. Y mucha parte de culpa la tienen sus dos absolutos protagonistas. Kodi Smit – McPhee y Chloe Moretz regalan dos interpretaciones para el recuerdo, sabiendo entender a sus personajes y otorgándoles una sinceridad, ternura y fragilidad que conmueve. Y es que aquí está la otra clave para entender por completo “Déjame entrar”. No se trata, ni muchísimo menos, de una película de vampiros, no. Lo que tenemos ante nosotros es una de las más bellas reflexiones sobre la pérdida de la inocencia, la fragilidad y soledad de dos personas, en este caso niños, que no necesitan más que sentarse en un columpio helado de una zona residencial de Los Álamos para acompañarse, necesitarse y quererse de la manera más pura que el ser humano puede concebir. Tienen un mundo que les maltrata alrededor, lleno de incomprensión y ruido, pero ellos no necesitan más que el papel de una chuchería para demostrarse olvidarse de todo y ser un pequeño universo aparte.

Y es que, después de todo, de eso se trata. De los pequeños detalles, de los tímidos gestos que sus dos protagonistas se regalan, de la compasión, el miedo, el amor y la soledad que les une y les identifica. “Déjame entrar” es una película de terror donde lo que importa son las miradas. Es un thriller, donde lo que cuenta son los silencios. Es una de vampiros que se convierte en memorable gracias al amor. Al amor de un remake hacia su original, de un director hacia su historia, de unos actores hacia sus personajes, y de unos personajes hacia su relación. Hay sustos, sangre y mordiscos en el cuello, si, pero, cuando pase el tiempo, lo que realmente recordaremos y nos estremecerá serán dos niños asustados que encuentra, al fin, un momento de comprensión y compañía acariciando una pared que les une tanto como les separa. La inocencia se fue para siempre. Que forma más hermosa de hacerse mayor.


domingo, 17 de octubre de 2010

La Red Social - ¿Por qué?




Cuesta entender el momento en el que vivimos. Comprender lo que nos rodea. Ser conscientes de nuestra realidad no es una tarea sencilla y muchos desisten ante ella. Algunos artistas comprendieron el mundo en el que habitaban, la sociedad de la que formaban parte, y utilizaron su arte para describirlo, dibujarlo, cantarlo, contarlo. Nadie se había atrevido hasta ahora a ponernos un espejo delante para descubrir nuestro verdadero yo, las miserias a las que el ser humano se enfrenta día a día, la superficialidad a la que se agarra, la ambición que se puede encontrar en los rincones más o menos ocultos de cada uno, el tiempo en el que nuestras huellas encuentran su camino hacia la satisfacción. Por eso hay que ver “La Red Social”.


Uno se encuentra en un bar, en una casa, en un parque, en un banco teniendo una conversación única, triste, alegre, lúcida, apasionante, necesaria. Y cuando todo acaba, y cada una de las personas regresa a su hogar se sienta frente a un ordenador, lo enciende, espera impaciente a que la pantalla muestre sus múltiples opciones y, entonces, comienza a navegar por Internet. Intenta encontrar un apéndice a la última palabra dicha frente a la cara de la otra persona, un punto final que acompañe a los puntos suspensivos que quedaron en el aire, una canción que encierre un secreto, una frase, una idea, algo que se ha podido decir pero uno quiero repetir hasta la saciedad. Entra en Facebook, escribe una frase, y espera ansioso que, en la esquina de la pantalla aparezca un nuevo mensaje de esa persona que no ha subido nada nuevo a su página personal. ¿Por tiempo quizás? ¿O es qué no siente lo mismo? Los sentimientos escritos desde la frialdad de una pantalla. Es tan sencillo como complejo, tan feliz como desolador, tan excepcional como inquietante. Y nadie nos lo había enseñado de manera tan clara. Por eso hay que ver “La Red Social”.


El ser humano necesita sentirse valorado. Necesita saber que hay alguien al otro lado, que se preocupan por el, que se mantienen alerta por si necesita cualquier cosa. Necesita verse reflejado en otras reflexiones, protagonista o secundario en la vida de alguien, centro de atención de algunas dudas, conflictos, alegrías o tristezas de otro de sus semejantes. Sentirse solo, excluido del sector de personas del que deseas formar parte puede provocar una de las ideas más revolucionarias e importantes de nuestra historia, como es el caso que nos ocupa, pero también puede despertar el lado más ambicioso, egocéntrico y perturbador que es parte innegociable de una parte de nuestro comportamiento. Hasta que punto un ser humano puede ser popular solo por contar con 200 amigos en una red social. Hasta que punto esas relaciones son reales. Hasta que punto alguien puede sentirse solo frente a una pantalla mientras lee que tiene 200 amigos en Facebook. Nadie nos había hecho pensar en esto de manera tan clara. Por eso hay que ver “La red social”.


No se trata solo de una demostración de sabiduría cinematográfica por parte de un genio como David Fincher con unos actores que alcanzan la perfección. De una película necesaria. De un clásico que servirá para entender de que se trata todo esto en donde andamos todos metidos. Ni siquiera es solamente una obra maestra de nuestro tiempo. Y, muchísimo menos, es solo una película sobre el creador de Facebook. Se trata de una historia sobre nuestras miserias, necesidades, complejidades. Se trata de algo que habla de ti, de mi, de nosotros. Y, por supuesto que ya soy fan de su página, que le he dado a “Me gusta” a todos los enlaces que he encontrado sobre ella y que yo mismo me he encargado de recomendarla a mis amigos a través de su plataforma. Y sigo esperando a que aparezca “nuevo mensaje de…”. Pero nadie se había atrevido a recordarnos de tal manera lo necesario que es volver a escuchar una voz o volver a mirar a los ojos a alguien. Es tan grande que da miedo, tan necesario que asusta. Pero no hablo de Facebook, no, esa historia es apasionante, me refiero al ser humano. Ya era hora de dejar de hablar de lo que éramos o de lo que podemos llegar a ser. Tocaba hablar de lo que somos. Y por eso hay que ver “La Red Social”.

Nota: 10

Buried - La auténtica caja mágica




Hay historias, que demuestran que los prejuicios, los argumentos expuestos con prisas y sin pausas, solamente existen para ser derribados. Hay películas que, a priori, solamente pueden o ser geniales o ser un absoluto desastre, sin encontrar el ansiado punto medio que te aleja de la gloria, si, pero también del precipicio. Un hombre en una caja, un mechero, un móvil con tres rayas de batería y un bolígrafo. 100 minutos. Con esos instrumentos, que suponen el conjunto de protagonistas visuales y temporales de “Buried”, el nuevo trabajo del cineasta español Rodrigo Cortés, todo parecía abocado al suicidio artístico, al riesgo tomado sin conciencia ni control. Pero, y aquí viene lo mejor, en la inconsciencia, está la genialidad. Y la magia del cine se produce.


“Buried” es, desde su asfixiante comienzo y hasta su valiente y apabullante desenlace, una obra maestra que iguala sus valores como tour de force artístico e innovador, nunca se ha hecho nada igual hasta el día de hoy, con la capacidad indiscutible del mejor thriller de atrapar al espectador y zarandearlo a su gusto. Una experiencia cinematográfica que, una vez superado el impacto inicial, no se permite bajar el listón en ningún momento. Y todo, o casi todo, gracias al guión de Chris Sparling, de los mejores que se han escrito en años, un mecanismo perfecto capaz de crear situaciones y acontecimientos entre cuatro paredes de madera que elevan la historia a muchos niveles más de los que uno podría imaginar.

¿Y qué decir de Ryan Reynolds? Más allá de la admiración que se le pueda tener por ser el marido de Scarlett Johanson, uno no puedo más que quitarse el sombrero ante el esfuerzo interpretativo y físico, casi sobrehumano en ambos niveles, que el estadounidense regala poniéndose en la piel de Paul Conroy. En su mirada, sus gritos, sus gestos y, sobre todo, sus expresiones, está el ser humano con el que nos involucramos, al que comprendemos y por el que sufrimos. Pero, si hay que poner un punto y a parte, ese es para Rodrigo Cortés. Si Sparling es la cabeza de “Buried” y Reynolds su corazón, Cortés es el alma de una historia que solamente podía salir bien si se afrontaba desde la genialidad. Y así ha sido, el cineasta español ofrece una auténtica lección de cine en cada uno de sus planos, travelings, zooms. Nada sobra y nada falta a una dirección, simple y llanamente, perfecta.


Hemos tardado mucho, quizás demasiado, en recibir en las carteleras a una película valiente, redonda, excepcional, muestra de aquello que siempre debe ser el cine, una máquina de fabricar emociones, sueños, o, en este caso, pesadillas. “Buried” cumple todos los requisitos para ser mucho más que una de las películas del año, algo evidente, sino que también se posiciona como una de esas películas que aparecen cada mucho tiempo para redescubrirle a uno la razón por la que ama este modo de hacer arte. Después de todo, una sala de cine no se diferencia demasiado de la caja en donde habita el protagonista de “Buried”. Cuatro paredes con la única luz que proporciona un proyector. Sufrimos con Reynolds. Nos rendimos ante el cine de Cortés. Que lujo volver a hablar de cine con letras mayúsculas.

Nota: 10

sábado, 27 de febrero de 2010

The Lovely Bones - Amor de padre



Peter Jackson ama el cine, y lo hace de una manera pasional, desproporcionada, como si cada película suya fuera un hijo para el, en el sentido más estricto, afectivamente hablando, del término. Su excepcional trilogía de "El señor de los anillos" mostraba en cada uno de sus fotogramas una dedicación descontrolada por lo grandioso, algo que se hizo aún más evidente en la infravalorada "King Kong", auténtico monumento al cine más clásico y entretenido, que pasa por ser, el tiempo lo dirá, la película más personal del cineasta.

"The Lovely Bones" es una muestra más del incontrolable amor de Jackson por el séptimo arte, ofreciendo, no una, ni dos, sino tres películas en una, lo que termina convirtiendo este trabajo en el más desafortunado de su carrera. Y material había, vaya que sí, pero el neozelandés, auténtico protagonista por encima de la historia y el casting, intenta contar demasiadas cosas, por un lado, un thriller terrorífico, por otro, un drama intimista y , por encima de todos ellos, una fantasía visual surrealista y psicodélica que termina por desconcentar del todo al, ya de por sí desconcertado, espectador.

Una vez dicho esto, vayamos por partes. Jackson sorprende demostrando una buenísima mano en un género en el que, hasta la fecha, era un desconocido, el thriller, y quién caracteriza este aspecto de la película es un señor llamado Stanley Tucci, nominado al Oscar, a través de una interpretación para el recuerdo. Atormentado, confuso, terrorífico, Tucci borda su papel como solo lo hacen los grandes, metiéndose en tu cabeza y creando desasosiego en cada una de sus escenas. Por eso, duele más comprobar como un director con tanta capacidad para mantener en vilo al espectador, deja su maestría aparcada a esos momentos de la película, olvidándose de algo tan importante como son los sentimientos de sus personajes, ahogados en efectos visuales apabullantes e hipnotizantes y el poder del personaje de Tucci. El drama que propone "The Lovely Bones" nunca llega a materializarse en todo su esplendor, dejándo para el recuerdo poco más que un par de escenas verdaderamente emotivas, curiosamente las más cotidianas y sencillas.

Y luego está ese limbo colorido y psicodélico donde Jackson encuentra su verdadero placer, el del más grande todavía, la búsqueda por la imágen más bella, fantástica, memorable...pero se olvida del poder que en el cine tiene el sugerir y no mostrar, el enseñar a medias, y desarrolla todo un imaginario que si, tiene todo el poder visual del mundo, pero que, en ocasionas, roza el ridículo, lo hortera mezclado con escenarios sacados directamente de Mordor. Algo que, para ser sincero, se puede perdonar, a medias, gracias a otros momentos llenos de intensidad, con capacidad suficiente para llegar al nudo de la garganta, a través de los ojos.

Película extraña, especial, rara, excelente por momentos..."The Lovely Bones" es, en definitiva, la hija predilecta de Peter Jackson, aquella a la que se le permite todos los lujos que pide, a la que se le perdonan todos los fallos, la que se muestra con orgullo sin pararse a pensar en los defectos que tiene. Y los espectadores asistimos atónitos a una mezcla de géneros que, esta vez sí, parecen hechos para saciar únicamente la pasión cinéfila de su director. Nosotros nos extrañamos, Jackson la ama. ¿Qué queréis que os diga?, amor de padre.

Nota: 7


sábado, 20 de febrero de 2010

Bunbury - Las Consecuencias



No tiene que ser fácil crear un disco como “Las Consecuencias”. Bucear en las vísceras de los recuerdos, desnudar los sentimientos, revolver el pasado, presente y futuro para hablar de cosas tan íntimas como universales, debe ser más complicado cuando sabes que hay millones de personas detrás esperando para escucharte.

El enigma clave de este nuevo trabajo de Enrique Bunbury es evidente: ¿todo lo que cuenta (y canta) es autobiográfico o se trata de un nuevo disfraz artístico creado para la ocasión por el maño? Aunque el protagonista no ha querido desvelar nada al respecto, lo que sí que parece imposible es que la verdad que recorre cada verso, cada reflexión, cada sílaba, cada melodía de “Las Consecuencias” sea impostada.

Y de nuevo, Bunbury, nos obliga a olvidar todo lo que habíamos escuchado antes. Aquí no queda ni una pizca de la electrónica que recorría “Radical Sonora”, ni del omnipresente lado cabaretero que abrió la veda en “Pequeño”, ni cuenta con una grandilocuente producción como era el caso de “Flamingos”; incluso queda fuera el mestizaje que abanderaba esa obra maestra atemporal llamada “El viaje a ninguna parte” o el rock de “Hellville Deluxe”. Esta vez toca recoger las guitarras eléctricas, excepto en la espectacular “Los habitantes”, la más “Bunbury” del lote, y refugiarse en acústicas, violines y pianos para dar forma a diez canciones que son más que eso, son las vivencias y reflexiones más profundas de un artista que lleva la intensidad como sella de identidad.

Es un disco oscuro, denso, muy poético. No entra a la primera escucha, incluso puede desconcertar, pero es cuestión de aceptar las reglas del juego, dejarse llevar y entrar en un rincón de la música de Bunbury desconocido hasta la fecha, un lugar donde se encuentran, sin aparente dificultad, influencias como Tom Waits, Leonard Cohen, Nick Drake, o el imprescindible Dylan, pero, y aquí esta la maestría, sin dejar de sonar inconfundiblemente a Enrique Bunbury.

¿Y las canciones? Pues redondas en su mayoría, grandes en su, en algunos casos máxima, sencillez, emotivas, sin fisuras y cantadas tan bien como siempre, llegando a la excelencia en algunos casos especiales (“Es hora de hablar”). Pocas veces Bunbury ha sonado tan desnudo y sin artificios como en temas como “21 de octubre” o la misma “Las consecuencias”, tan sincero como en “Nunca se convence del todo a nadie de nada”, tan brillante como en la excelente versión de “Frente a frente”, tan emotivo como en esa genialidad llamada “Ella me dijo que no”, tan cantautor como en la espectacular “Lo que más te gustó de mi”. Y por si esto fuera poco, el maño regala “De todo el mundo”, no solo la mejor canción del disco, con diferencia, sino, desde ya, una de las mejores canciones de su carrera.

Decía al principio que no debe ser fácil crear un disco como “Las consecuencias”, pero esta afirmación se contrasta con la sencillez con la que se disfruta este trabajo, con la emoción sincera que, siempre, ha despertado escuchar canciones cantadas desde dentro, con el corazón en la garganta. Nunca se había escuchado a un Bunbury tan íntimo, tan sencillo, tan profundo. Y pocas veces se ha escuchado a un Bunbury mejor. Y quizás este disco no tenga el éxito que se le presupone, pero tampoco parece pretenderlo. Se la ha vuelto a jugar y, una vez vistas sus cartas, las consecuencias no pueden ser mejores. Duele, hipnotiza y emociona. Hasta el próximo cambio de rumbo, boxeador.

Shutter Island - Así se hacen las cosas, jefe



Era una de las opciones que se barajaban al comienzo de este año; y ha terminado ocurriendo. En los primeros meses de este 2010 eran muchas las películas candidatas a obra maestra, y se planteaba una gloriosa batalla entre caballos ganadores de la talla de Eastwood o Cameron, frente a nuevos competidores de peso, como por ejemplo, Bigelow o Reitman, pero, finalmente, y una vez vistas la mayoría de películas, el gato al agua se lo ha llevado el de casi siempre: Martin Scorsese.

“Shutter Island” no es solamente la reflexión sobre la locura y el poder que tiene en el ser humano más aplastante que se ha visto en años, ni el thriller más perfecto y redondo desde “Mystic River”, es mucho más, y por encima de todo, una película dispuesta a convertirse en clásico instantáneo, llena de escenas y momentos tan gloriosos que no dejan más opción que abrir bien los ojos, intentar volver a encajar la mandíbula y aplaudir desde la más sincera admiración.

Desde el comienzo Scorsese imparte una clase magistral, de cine excelso, de cómo se debe dirigir una película. Desvela, sin apenas darte cuenta, como introducir al espectador en un lugar, la creación de ambientes, y se permite, además, navegar dentro de la mente de sus personajes con una facilidad pasmosa para que seamos conscientes, o no, de que es lo que pasa, a quien le pasa y porque le pasa.

Mientras tanto, nos hacemos preguntas, entramos en los misterios, nos dejamos llevar de la mano de un impresionante Leonardo DiCaprio, en una de las actuaciones más poderosas de su carrera, por los laberintos de esta isla de la que es mejor no saber absolutamente nada antes de entrar en el cine, ir desvelando poco a poco la historia, retorciéndote en sus rincones más paranoicos, perdiéndote en su laberinto, disfrutando de cada giro en la historia, llorando de emoción y de terror.

En este tipo de críticas suelo pararme a hablar de la dirección, pero es que, sinceramente, no encuentro las palabras, o quizás sobren, para describir lo que el señor Martin Scorsese demuestra a lo largo de la película, mezclando planos imposibles, imágenes de una belleza conmovedora, momentos de auténtico terror y escenas de una perfección estética arrebatadora, con una capacidad de hipnosis digna de alabar. Es cuestión de ser uno de los más grandes, y actuar como tal.

Al final, lo más importante de todo esto del cine no es más que la capacidad de agarrar al espectador y llevarlo a lugares que nunca ha visitado, o enseñárselos de otra manera. El viaje a la locura, al perdón, al dolor, al terror, al amor, que ofrece esta película es, también, un viaje al cine en estado puro, a la genialidad, al arte de un cineasta en estado de gracia. Se trata de una travesía apasionante, inolvidable, conmovedora, con la capacidad de ponerte un nudo en la garganta, retorcerte el estómago, clavarse en tu mente. Es una obra maestra. El viaje cinematográfico del año tiene como destino Shutter Island. Invita Scorsese. Así se hacen las cosas, jefe.

Nota: 10

Quique González - La honestidad del pájaro mojado



Se notaba en la cara de la gente en la entrada del Auditorio Víctor Villegas de Murcia. Había expectativas, ganas de disfrutar de Quique González, muy probablemente, el cantautor español en mejor estado de forma de nuestro panorama musical. Llegaba a la región para presentar su último trabajo, “Daiquiri Blues”, o lo que es lo mismo, el mejor disco de su carrera, un trabajo lleno de emoción, de grandes, y excelentes, canciones cantadas con una intensa sinceridad.

Y se notaba en la cara de la gente cuando arrancó el concierto, con las primeras notas de la canción homónima del mencionado “Daiquiri Blues”, un comienzo sobrio, y a la vez, cautivador. Tras ella, llegaron clásicos de la talla de “Pequeño rock and roll”, impresionante de comienzo a fin, la hipnótica “Me agarraste”, la rockera “Avería y redención”, la espectacular “Pájaros mojados” o “Kamikazes enamorados”, para quien esto escribe, lo mejor de su carrera. Todas ellas, canciones que forman parte de una de las discografías más redondas e imprescindibles de la última década de la historia musical de nuestro país.

Mención aparte merecen los nuevos temas, que demuestran su valía al codearse con los clásicos sin que el listón baje lo más mínimo, sino todo lo contrario. El lado más tranquilo, íntimo, de González sale a relucir con una elegancia digna de aplauso en temas como “Lo voy a derribar” o la brillante “Riesgo y altura”, pero también nos encontramos con un cantautor rockero, “Restos de Stock” así lo certifica, y, por encima de todo, un artista con una capacidad para conmover que se escapa en cada sílaba, en cada nota, como así demuestran canciones como “Nadie podrá con nosotros”, la enorme, en su sencillez, “Anoche estuvo aquí”, la excelente “Deslumbrado”, o las, ya convertidas en clásico, “Un arma precisa”, “Hasta que todo te encaje” y “Su día libre”, las tres mejores canciones de su último trabajo junto a esa bomba de relojería emocional llamada “Algo me aleja de ti”, versión de una canción de Lapido que Quique convierte en suya, como si fuera imposible creer que a alguien más que a el le ha ocurrido la, terrible y cotidiana, historia que cuenta.

Y después de esto, los bises, con, entre otras, “Salitre” recorriendo cada rincón del auditorio, “Vidas cruzadas” consiguiendo el éxtasis colectivo o “La luna debajo del brazo” convertida en lo que es, un himno. Y al final, “Miss camiseta mojada” apabullando a un auditorio puesto en pie para disfrutar del último regalo de un artista que lleva la honestidad por bandera, la emoción como sello confundible. No acepten imitaciones, Quique González es único, y su concierto en Murcia confirma una hipótesis evidente: cuando se canta de verdad, la emoción que se desprende contagia a cualquiera que esté dispuesto a escuchar. El pájaro mojado llegó, cantó y emocionó. Ahora ha vuelto a la carretera, y estará, como el mismo canta, camino de cualquier parte, pidiendo entrar en los sueños de alguien. Mientras espera tiene un lugar donde refugiarse, la memoria de todos aquellos que disfrutamos, con lágrimas en los ojos y felicidad en el corazón, de un concierto inolvidable.





sábado, 13 de febrero de 2010

500 días juntos - Lugares comúnes



Recuerdo cuando me dejó la última chica con la que estuve. Era final de mayo y se anticipaba una tormenta de verano llena de recuerdos, noches en vela, paseos y poesías. Recuerdo que todas las películas parecían tristes, y sino lo eran, mi subconsciente las convertía en drama. Las canciones estaban llenas de melancolía y mi calendario hacia cada día un set list donde sonaban esos temas que escuchábamos juntos, que parecían escritos para nosotros, que firmaron el comienzo y final de nuestra historia. Costó salir de aquello y, con el tiempo, nos reencontramos, yo con el corazón helado, con las leyes e ideales románticos por los suelos, ella con una sonrisa de oreja a oreja, comprometida de nuevo, como debe ser con las chicas que no riman con soledad. Y hablamos, y descubrí que el tiempo nos había hecho cambiar los papeles. Ella era ahora la soñadora, yo el despertador de sueños, ella era la poesía, yo la prosa descafeinada. Nos habíamos enseñado a sobrevivir, ella con la alegría y yo con su tristeza, sí, pero a sobrevivir de todos modos.

"500 días juntos", cuenta mi historia, cuanta la tuya, cuenta la de tu vecino, la de tus padres, abuelos, hermanos...cuenta una historia de amor como son las historias de amor, con prólogos dubitativos que pasan a ser pasionales, desarrollo positivo, con sus detalles buenos y malos, finales dónde solamente sobrevive una de las partes, terremotos emocionales posteriores y un epílogo que demuestra que de todo se saca algo, además de un buen puñado de recuerdos.

Todo, absolutamente todo, es encantador, sincero, sencillo, inteligente, cercano, cotidiano y genial en esta joya que marca el camino que toda comedia romántica nunca ha seguido, y que seguramente, no seguirá. "500 días juntos" es la realidad frente a la expectativa, como muestra una de las, muchas, escenas inolvidables del film. La pareja del film, una cautivadora Zooey Deschanel y un descomunal Joseph Gordon-Levitt, están más allá del elogio en sus papeles de espejo de lo que todos hemos sido, y sentido, alguna vez.

Uno termina de ver esta película y no puede sentir más que alegría en su interior, la sensación de que no está solo en esto, que todos hemos pasado por algo así alguna vez, que la gente llora esperando una llamada de teléfono, que se puede ser fan de Ringo Starr, que nos asustamos cuando volvemos a ver a quien, por otra parte, nos morímos de ganas de encontrarnos a la vuelta de cada esquina...todos hemos estado enamorados, y a todos nos han roto el corazón. Y en el fondo, todos volvemos a empezar de nuevo, sin llegar a cerrar nunca la historia anterior, dejando los puntos suspensivos. El pasado sirve para coger fuerzas para enfrentarse al presente. "500 días juntos" nos lleva a los lugares comúnes donde todos hemos amado, sufrido, recordado y olvidado. Y volveremos a ellos, en eso consiste esto del amor. Pero, siempre, tendremos la historia de Tom y Summer para recordar que, después del verano, siempre llega el otoño y que esos lugares, en compañía, son la base para seguir. Películas así son las que ayudan a hacerlo. Que disfrutéis de su historia, como lo hicísteis con la vuestra. La mía. La de todos.

Nota: 10

El Hombre Lobo - Una buena noche



Como dice un buen amigo mío, al final esto del cine va a ser cuestión de estados de ánimo. No solamente del que te crea la película, sino con el que te enfrentas a ella. Me pilló una buena noche, solo así se puede entender que, aún siendo totalmente consciente de ls numerosísimos fallos que tiene este "Hombre Lobo", me lo pasara tan bien con ella.

Porque este vehículo para el lucimiento de alguien tan poco necesitado para ello como es el caso de Benicio Del Toro, un actor capaz de lo mejor ("21 gramos", "Ché") y de lo peor (prácticamente, el resto de su filmografía), resulta un cocktail de elementos terriblemente hilados, por culpa de un montaje apresurado, sin criterio alguno ni conocimiento de como se debe desarrollar una historia con un mínimo de coherencia, pero que, cosas de Hollywood, termina entreteniendo en la mayor parte de su metraje.

La dirección de Joe Johnston, realizador, entre otras de esa pequeña joya del entretenimiento llamado "Jumanji", hace lo que puede con el material que tiene, destacando especialmente sus momentos más movidos, es decir, aquellos en los que Del Toro se convierte en temible hombre lobo. En cuanto al reparto, más de lo mismo, Emily Blunt pasa toda la película con cara de desgraciada mujer que, ni se sabe ni se entiende, porque no abandona los lugares donde aparece, ya que da la impresión de estar asustada cada segundo...será por lo gótico que es todo...si Tim Burton se hubiera hecho con esta película...Anthony Hopkins pasaba por allí, eso sí, con su innata elegancia y saber hacer, cosas de grandes actores. Por su parte, Benicio Del Toro, parece cómodo en su papel, ofreciendo una actuación correcta, ni más, ni menos. Aún así, la mejor interpretación de la película corre a cargo de Hugo Weaving, genial en su papel de comisario.

Hay gente que afirmaba que esta podría haber sido una gran película, otros, sin embargo, opinábamos que no podía ser más que un descalabro artístico y comercial. Pues al final, ni los unos, ni los otros. Y es que "El Hombre Lobo", parece haberse quedado justo en el medio de ambas posibilidades, es decir, en un entretenimiento sin más aspiraciones que las de hacer pasar un buen rato a unos espectadores que asistimos a un festival de sustos gratuitos, romanticismo del todo a cien, persecuciones, aullidos y gritos que ya habiamos visto y escuchado antes. Y a pesar de todo, nos entretenemos. Hay que ver lo que hace tener una buena noche...

Nota: 7,5

Tiana y el sapo - Clásico Disney



Era sencillo. Y ellos lo sabían. "Chicken little", "Dinosaurio" o "Zafarrancho en el rancho",por poner tres sangrantes ejemplos, eran películas que degradaban un mundo cinematográfico lleno de magia, encanto y fantasía, llamado Disney. Y costaba creer que hubiera perdido el norte una empresa con artistas, guionistas y creadores capaz de crear algunas de las mejores películas de las últimas décadas, sirvan como pequeño ejemplo, "Dumbo", "La bella y la bestia", "Aladdin" o "Mary Poppins", obviando otro considerable número de obras maestras conocidad, con todo mérito y justicia, como "clásicos Disney".

Tenemos que remontarnos a, nada más ni nada menos, que 1999 para encontrar la última gran película que ofreció la factoria, "Tarzán". Demasiado tiempo deambulando en terreno de nadie, sobreviviendo gracias a Pixar, auténtico buffet libre de genios, dando palos de ciego sin encontrar ese interruptor que volviera a dar con la audiencia que siempre han tenido, es decir, esa que lleva de niños de 4 años a personas de 80. Pues bien, al fin, lo han encontrado. Se llama "Tiana y el sapo".

Arrolladora desde su comienzo, especialmente tras su convencional prólogo, impulsado por una excelsa banda sonora de Randy Newman, hasta su conmovedor desenlace, nos encontramos con una película que acomete cada escena como si de una revalida se tratara, intentando demostrar que el encanto sigue ahí, que Disney sigue siendo lo que siempre fue, una suma de elementos, humor + amor + canciones + moraleja, que da como resultado un clasicismo apabullante, una cascada de sentimientos con capacidad, de sobra, para hacer feliz a cualquiera.

"Tiana y el sapo" se desmarca del resto de películas de animación de este año por su regreso a la manera de hacer este tipo de films a la antigua usanza. Demostrando el poder que aún tiene el lápiz en tiempos de píxel, y se marca tantas metas por el camino que uno no puede más que dejarse llevar por una historia contada con un ritmo endiablado,números musicales que están ya dentro de lo mejor que ha ofrecido la factoría de Mickey Mouse, personajes encantadores como el inolvidable Ray, protagonista del momento más emocionante del film y con un diseño, sencillamente,apabullante.

Ha costado su tiempo, han sido muchos años desaprovechados, pero todo indica que han encontrado, de nuevo, el camino a seguir. Por eso es un lujazo volver a disfrutar de la magia, el encanto y la fantasía de la mano de los que, siempre, fueron los maestros. En definitiva, que placer poder decir que "Tiana y el sapo" es el nuevo CLÁSICO DISNEY.

Nota: 9,5

Precious - La libertad del patito feo




No es solamente cuestión de belleza. Ni siquiera de destino o casualidad. Estamos hablando de suerte, de como una vida puede estar llena de dolor por un cúmulo de cirscuntancias que convierten los recuerdos en desgracias, el presente en drama. Nos gusta quejarnos por cualquier cosa, por un exámen, por una llamada telefónica inoportuna, por la convivencia...el personaje principal de "Precious" no solamente no admite quejas, ni excusas, simplemente acepta, como puede, lo que le ha tocado vivir, divirtiéndose robando un cubo de alitas de pollo que aumentaran su obesidad, cocinando para una madre que la maltrata, cuidando de sus hijos, nacidos tras numerosas violaciones de su propio padre. Y sueña con ir al colegio, aprender a leer y escribir, reconducir, si es que es posible, una vida como la que tiene. Y tiene sueños, ser una estrella, viajar en moto agarrada a la cintura de su apuesto príncipe azul, escapar de la realidad.

Nada parece artificial ni forzado en una película que tenía todas las papeletas para ser un telefilm dramático de las cuatro de la tarde, pero que gracias a la verdad que desprenden todos y cada uno de sus personajes, se convierte en un poderoso tratado sobre lo que es el dolor puro, el horror que puede llegar a producir una situación familiar o el terror de conocer, una vez más, hasta donde puede llegar el ser humano.

Y si todo esto funciona, emociona y conmueve a partes iguales es gracias a una dirección ejemplar de Lee Daniels, capaz de combinar realidad y sueños, a través de secuencias oníricas que funcionan, generalmente, bien, con momentos de auténtica genialidad, como el inolvidable y, casi, insoportable, enfrentamiento en la escalera. Mención aparte para las dos protagonistas, favoritas para el Oscar, una conmovedora Gabourey Sidibe y, por encima de todo y todos, una Mo'nique, que ofrece una interpretación de otro planeta, un auténtico tour de force interpretativo que desemboca en uno de los monólogos más aterradores que se han visto en un cine en los últimos años.

"Precious" no es una historia de superación más, es el reverso del ser humano en su vertiente más dramática, la capacidad para levantarse cada día del suelo de una persona nacida para sufrir, incapaz de comprender que es la felicidad, refugiada en la televisión, el miedo y la inseguridad. Precious, el personaje, es una madre coraje, una víctima condenada a una vida llena de degradación, es la protagonista de un drama que se clava en la memoria, que retuerce el estómago, que empaña los ojos, el patito feo que no admite que nadie le diga que se ha convertido en cisne, porque esta genial película no habla de transformaciones, sino de la capacidad de supervivencia del patito feo en un lago lleno de basura, iluminando cada lugar donde acude, simplemente, con la sinceridad y el esfuerzo como bandera. El mérito no está en saber convertirse en cisne, sino en resurgir de patito feo a patito libre. Y cuando se ve algo así, uno no puede más que sentirse conmovido.

Nota: 9

lunes, 8 de febrero de 2010

The Road (La Carretera) - El fuego de ninguna parte



Lo primero que he hecho esta mañana ha sido entrar en el, excelente, blog de mi amigo y, porque no decirlo, maestro, Luis (http://caminodeitaca.wordpress.com/), para volver a leer, una y otra vez, la reseña que escribió sobre la novela de Cormac McCarthy ganadora del Pulitzer, llena de alabanzas y entusiasmo. Y, tras varios vistazos, me siento engañado. La película que ayer ví en el cine no puede estar basada en algo tan potente, ser reflejo de una novela tan fascinante como todo el mundo afirma, describir el apocalípsis, no sólo terrenal, sino también emocional. No, alguien me ha tendido una trampa, o quizás al mismo McCarthy.

Vaya por delante, que no he leido la supuesta, no lo dudo, obra maestra literaria en la que semejante despropósito se basa, pero lo que me cuentan en la pantalla poco tiene que ver con la emoción, reflexión y pasión que se anunciaba por todas partes. Se trata de un film vacío, tan lleno de logros visuales como lagunas narrativas y mezclas de géneros que no saben hacia donde ir, y lo que es peor, no le importa demasiado.

El directo John Hillcoat parece tan ensimismado con el mundo que ha sido capaz de plasmar en la gran pantalla, gracias a una impresionante fotografía de Javier Aguirresarobe, que olvida que, tras ella, debe haber algún tipo de narrativa cinematográfica más allá de la búsqueda de la poesía en la suciedad, dela belleza en los planos apocalípticos,de la emoción en la nada, algo que pocos han conseguido y que, en cualquier caso, tiene un referente demasiado grande y cercano, esa obra maestra llamada "Hijos de los hombres" de Alfonso Cuarón, frente a la cual parece, más que su hermano pequeño, primo lejano.

La repetición de la fórmula, momento intimista entre padre e hijo + planos generales del mundo (semi)destruido + encuentro con personaje secundario poco, o nada, aprovechado + escena de tensión para hacer algo de taquilla (y verdadero elemento explotado en los tramposos trailers, llenos de explosiones que en ningún momento aparecen en el film), es repetida hasta la saciedad, eso sí, acompañados, como hilo conductor, por unos flashback que terminan siendo de lo mejorcito del film.

Si esta película llega al suficiente, no termina siendo un desastre de dimensiones, estas si, apocalípticas, es gracias a alguna que otra escena (Mortensen en el puente, o la primera casa visitada), la mencionada fotografía de Aguirresarobe, a la brillante música del, casi siempre, genial Nick Cave y Warren Ellis, que ya habían demostrado sus cualidades en la excelente banda sonora de "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", y a un excelente Viggo Mortensen que parece ser el único que se toma en serio la historia que se está contando. Y da rabia, porque se intuye que detrás de toda esta nada había una historia llena de frases, descripciones y sentimientos a flor de piel, personajes inolvidables, auténtica emoción, terror, tensión y, finalmente, salvación. Lástima que todo esto no sean más que intuiciones, invisibles, que se ocultan en la lejanía, y de lo que solo alcanzamos a percibir unas pequeñas sombras, como si se hubieran empeñado en no dejarnos ver lo que de verdad necesitábamos. Y nos hablan de fuego, pero, lástima, todo queda en ninguna parte.

Nota: 5

sábado, 6 de febrero de 2010

En tierra hostil (The Hurt Locker) - Castillo de luces




Lo peor que te puede pasar con una película que habla directamente de la adrenalina, es que te deje frío. Lo peor que te puede pasar con una película a la que la crítica ha saludado como "uno de los mejores retratos de lo que pasa en una guerra hasta la fecha", es que no te emocione, no te contagie su, supuesta, tensión, que no alcances a oler la pólvora, a sufrir, a temer, a horrorizarte...y eso es lo que me ocurre, a medias, con la alabada película de Katherine Bigelow, "The Hurt Locker", inevitablemente traducida al castellano con el nefasto título de "En tierra hostil".

No es esta una mala película, solamente que, al igual que ocurría con "Invictus", se queda muy por debajo de lo que podría haber sido y, excesivamente lejos, de lo que la crítica anunciaba. Y es que "En tierra hostil", promete desde el comienzo, con un prólogo absolutamente fascinante, abrumador por su calidad puramente cinematográfica, consiguiendo atrapar al espectador desde el minuto uno, transladándolo de la butaca al centro de Irak. Y no hay disparos, ni sangre, sino simplemente un grupo de militares expertos en desactivar explosivos, que van transformando sus ánimos en terror, sus chistes en miradas tensas, su seguridad en miedo. Y la fórmula funciona, y cuando ocurre lo que tiene que ocurrir, me acomodo en mi asiento deseoso de ser fascinado por una obra maestra.

Pero como toda montaña rusa que se precie, el segundo viaje nunca será como el primero, y una vez perdido el factor sorpresa, el resto de acciones de este grupo militar no sorprende, fascina a ratos y se asienta en la monotonía en demasiadas ocasiones. Y lo peor no es esto, sino que las escenas de transición entre bomba y bomba no solamente no aportan nada que pueda servirnos para, al menos, conocer un poco más a esos hombres, sino que se regodean en el compañerismo, en la locura, en el valor de estos jovenes militares a los que no parece asustar la idea de morir cada día.

Es cierto que Bigelow no se posiciona en ningún tipo de bando ideológico, y eso se agradece, no tener que sufrir el típico plano de la bandera estadounidense bailando a cámara lenta, ni militares corriendo a cámara lenta, es algo que hace subir puntos al film frente a otras propuestas similares. Pero es que, además, a Bigelow se le debe agradecer traer la que, muy probablemente, sea la mejor dirección del año. Ya sea con planos fijos, cámara al hombro, a ras del suelo, no importa el lugar, sientes que el objetivo de Bigalow está en todas partes, que no hay ningún rincón de la escena que no veas. Te sientes uno más dentro del grupo militar, un auténtico espectador de lujo de la acción.

Pero más allá de eso, poco que rascar. Es cierto que escenas como la del desierto son auténticos trozos de cine en estado puro, magistral, que se trata de una película necesaria, pero tiene el lastre de no transmitir, quizás por voluntad propia, emoción alguna, no proporcionar ningún eco en el recuerdo una vez vista. En definitiva, un castillo de luces por momento brillante e hipnótico, pero que saben a poco cuando uno esperaba encontrarse con una auténtica bomba cinematográfica. Será cuestión de adrenalina.

Nota: 7

sábado, 30 de enero de 2010

Invictus - Los puntos débiles del genio



Algún día tenía que pasar. Era demasiado maravilloso para ser verdad. Temporalmente hablando, las cuentas salen: desde 2003, Clint Eastwood sumaba obra maestra tras obra maestra de manera, casi, anual. Sobran las palabras cuando se mencionan títulos como "Mystic River", "Million Dollar Baby", "Cartas desde Iwo Jima" o "Gran Torino", eso sin contar los antecedentes, por poner cuatro ejemplos: "Sin Perdón", "Un mundo perfecto", "Bird" o "Los Puentes de Madison". Teniendo en cuenta todo esto, no es cuestión de dramatizar una cuestión que, como he dicho, era cuestión de tiempo, y es que el directo clásico por excelencia, Clint Eastwood ha bajado el listón.

Para evitar cualquier tipo de discusión,lo dejaré claro desde el comienzo: "Invictus" no es una mala película, sino todo lo contrario, se trata de un potentísimo entretenimiento para emocionar y extasiar a las masas, un vehículo de lucimiento para un actor tan extraordinario como es Morgan Freeman y, porque no decirlo, un panfleto en toda regla para alabar a un personaje histórico de la talla de Nelson Mandela. La pregunta es, ¿tenía Eastwood la necesidad de meterse en alguno de estos tres fregados?

A las alturas en las que estamos, no se le puede, ni debe, reprochar nada al director americano, pero se debe tener en cuenta el rasero con el que se mide cada uno de sus nuevos estrenos. ¿Qué "Invictus" está bien dirigida? Claro. ¿Qué tiene algunos momentos de auténtico cine dentro? Desde luego. Pero es que eso se daba por descontado. A Eastwood se le debe pedir más, exigir algo más que una emotiva historia bien contada, algo por lo que, de todos modos, más de un director actual suplicaría.

"Invictus" cuenta con varios puntos fuertes que justifican, de sobra, su visionado. La emoción que desprende en sus mejores escenas es pura, sincera,exceptuando algunos momentos de gratuita sensiblería que no aportan nada a un relato que, por la figura que dibuja y la historia que cuenta, se debería sostener por si misma sin necesidad de ningún tipo de ayuda externa. La actuación de Freeman es tan deslumbrante y genial como cabría esperar de un actor de su talla y la dirección de Eastwood se mantiene tan sencilla, modélica y, a la misma vez, apabullante como en sus últimos trabajos.

¿Qué es lo que falla entonces? Pues un guión demasiado irregular, capaz de pasar del protagonismo absoluto de Mandela, el cual, por cierto,siempre tiene una frase sabia y profunda que decir,sin importar la situación o el contexto, a centrarse en un extenuante y alargado hasta la saciedad, partido de rugby que, a pesar de todo, tiene un innegable poder visual. Si a esto sumamos una serie de escenas que abusan, sin ningún sentido, de las canciones pop de la, por otra parte, genial banda sonora,un Matt Damon desorientado y un risible momento de posible paranoia terrorista, nos encontramos ante bajones de calidad desaparecidos, hasta la fecha, en el último tramo de la obra de Eastwood.

Quizás porque nos tiene muy mal acostumbrados, o porque no solemos relacionar los finales felices con el apellido Eastwood, cuando "Invictus" concluye no siento ese cosquilleo en el estómago, esa sensación que provoca que me parezca imposible levantarme de la butaca hasta que los títulos de crédito terminen. Cuando termina "Invictus", en cambio, pienso que Clint Eastwood sigue siendo un lujo para el cine, que Morgan Freeman es un actor único, que el poder del perdón es necesario e insustituible para entender la felicidad humana y que Nelson Mandela es un político, y una personalidad, ejemplar. Es decir, lo que todos ya sabíamos. Y es que, en algún momento, Clint Eastwood tenía que mostrar sus puntos débiles, los de un genio que, por el momento, deja de estar invicto. Hasta la próxima convocatoria.

Nota: 8,5

domingo, 24 de enero de 2010

Up in the air - El llanero solitario



El cine clásico americano tenía, y tiene, una magia especial. Una capacidad envidiable por despertar sentimientos y crear magia con la sencillez por bandera. Sabía, y sabe, como encontrar la clave justa de las emociones desde la sencillez, provocando que el espectador se identifique con un protagonista o una situación normal y corriente y que, justo por eso, nos conmueva. El cine clásico americano tenía, y tiene, la buena costumbre de mirar a los ojos a la persona que ha comprado una entrada y ha accedido a formar parte de ese juego tan maravilloso llamado cine, y, además, le habla, le hace pensar y, lo más importante, no le trata como si fuera estúpido. Y, además, es atemporal.

"Up in the air" podría haberse estrenado hace 40, 30 o 20 años, pero lo hizo ayer, y eso es un privilegio. Porque en nuestro presente existe, entre otras muchas cosas, una crisis que está dejando a muchas personas en paro, y que nos cuenten la historia de un hombre cuyo trabajo consiste en ir de ciudad en ciudad despidiéndo a gente parece cosa del destino. Pero no nos debemos dejar engañar, porque esta no es una película sobre crisis económica y parados, no; "Up in the air" es, sencillamente,la mejor película sobre la soledad que se ha estrenado desde la maravillosa "Lost in translation".

La soledad como elección de vida, como burbuja donde crear un mundo irreal en busca de la realidad, yendo de lugar a en lugar sin querer ser de ninguna parte, creando corazas donde poner uno de esos carteles que dictan: "Prohibido el paso". Él sentirse solo y tomárselo como un triunfo personal, sin caer en las trampas de los compromisos, estructurando la vida en una base sin fisuras donde, ni las personas que más queremos, tienen más acceso del necesario. Viajando por viajar, utilizando el trabajo como excusa para hacer conferencias donde reflexionar sobre tiburones solitarios y mochilas que llenar, vaciar ye incendiar, con una única meta tan superficial como personal: llegar a las diez millones de millas recorridas para recibir como regalo una nueva tarjeta dorada que sumar a las miles que acumula con cada viaje.

Esa es la vida de Ryan Bingham, encarnado por el mejor George Clooney en el papel de su vida, que se verá ligeramente tambaleada por la presencia de dos mujeres; por un lado, su alter ego femenina, Alex (brillante Vera Farmiga), y por otro, una inocente e insegura joven dispuesta a cambiar las formas de trabajo, y de vida, de Bingham, Natalie Keener, interpretada por el descubrimiento de la cinta, una Anna Kendrick convertida en robaplanos profesional.

Jason Reitman, guionista y director de "Gracias por fumar" y la, injustamente aclamada "Juno", cuenta la historia con emoción, gracia, elegancia y clase, ofreciendo además un puñado de escenas para el recuerdo que adornan visualmente un guión que roza la perfección, al que no le sobra una sola palabra, lleno de diálogos antológicos y que funciona como un auténtico reloj.

A veces ocurre que todos los elementos de una película funcionan, banda sonora, actores, dirección, guión, etc., pero que no importa, porque lo verdaderamente memorable es que, cuando termina la proyección, uno siente la sensación de que ha visto algo auténtico, un trocito de vida de alguien con quien es posible que nos crucemos a diario. Un llanero solitario que desafía la gravedad de la vida volando de aeropuerto en aeropuerto. Una aventurera que esconde su vervadero yo tras su falda corta y los riesgos que toma, o una joven que guarda, tras su aparente fortaleza, un corazón roto y una mochilla llena de ilusiones que no tiene la intención de vaciar a pesar de la insistencia de los acontecimientos. O, quizás nos tropecemos con un hombre trabajador que ha sido despedido por una miserable web cam y que debe tragarse sus lágrimas y orgullo para seguir sobreviviendo. Y es que de esto se trata, de sobrevivir, como cada uno puede. Al final todos estamos solos y depende de nosotros como lo organizamos para seguir. Si me permitís, aquí tenéis un consejo: ir al cine, pagar una entrada y ver "Up in the air".
Ayuda a llevarlo mejor.

Nota: 9


sábado, 23 de enero de 2010

Nine - Deslumbrante Irregularidad




"Te aseguro que lo que a la gente menos le importa es mi guión". Con esta frase, Guido Contini, aclamado directos en asfixiante crisis creativa, intenta convencerse a si mismo, y a su gran estrella, de que el no tener una historia que contar no es lo importante, sino la forma en que se cuenta. Y a la postre esta afirmación se convierte en la verdadera razón de existencia de una película como "Nine".

Lastrada por sus desatadas expectativas y por sus respectivos antecedentes en cine (Fellini) y teatro (su aclamada versión made in Broadway), nos encontramos ante una película que ni es tanto ni es tan poco, sino las dos cosas. Es, a la vez, deslumbrante y fallida, compleja y simple, contenida y loca, apasionante y vacía. Así que la cuestión consiste en decidir de que lado cae la balanza, y eso depende de con que ojos la miras.

El principal problema y virtud del film es su casting. Tener a Daniel Day - Lewis, Judi Dench, Marion Cotillard, Nicole Kidman, Penélope Cruz, Kate Hudson y Sophia Loren, exige, como mínimo, algo notable. Lo que ocurre es que si tienes un notable asegurado lo que debes proponerte es llegar al sobresaliente, y ahí es donde falla "Nine", en el fondo.

Y es que de la forma poco se puede decir más allá de lo absolutamente hipnótico que resulta ser testigo de un espectáculo grandioso, y en ocasiones, grandilocuente, que alcanza el clímax absoluto en algunos de sus números musicales,como "Cinema Italiano", cantado por Hudson, o "Make Movies" de una impresionante Marion Cotillard. Aún así, merece especialmente atención el fascinante número protagonizado por Fergie, cantante de Black Eyed Peas,"Be Italian", que se convierte en el momento más memorable de toda la película.

¿Dónde está lo malo entonces? Pues en una historia vacía, tratada con una ligereza excesiva, y con la que cuesta mucho conectar una vez vemos que toda la película repite la misma fórmula: Day Lewis sufriendo por no tener ideas y buscando la inspiración en sus musas. Bien es cierto que poco más se puede sacar, pero aún así es tanta la diferencia entre las escenas cantadas y las habladas que la sensación que se crea es de que se trata de una propuesta que podría haber sido magistral y se queda en aceptable.

En cualquier caso, cuando las canciones terminan, se apagan las luces, se derriban los decorados y cae el telón con un "Acción" que no es más que el comienzo del eterno ciclo creativo de los cineastas, uno tiene la sensación de haber asistido a un espectáculo fascinante, extraño,carismático y con una capacidad de deslumbrar, cuando quiere, incontestable. Pero también a una obra que podría haber dado mucho más de sí. Todo depende de lo inspirado que esté uno. Y es que, en el fondo, todo depende de la inspiración, y sino que se lo pregunten a Guido Contini.

Nota: 8,5

domingo, 17 de enero de 2010

Sherlock Holmes - Elemental, querido Downey Jr.




Soy fan de Guy Ritchie, no soporto a Robert Downey Jr. y admiro enormemente a Jude Law. Con estas tres ideas fijas en mi cabeza adquirí mi entrada para ver, en una reconfortante sala casi completa, este nuevo y cacareado Sherlock Holmes. Confesándome ignorante en lo que respecta la obra de de Sir Arthur Conan Doyle, no podía más que tener la certeza de que, al menos en lo que respecta a los referentes, no podía sentirme decepcionado.

Y empezó el show, arrollador, apabullante en su prólogo, Ritchie maneja la cámara como sabe y me fascina como siempre, Jude Law demuestra que no ha perdido ni un ápice de su carisma en pantalla, y Downey Jr. sigue despertando mi parte más irritante con unos gestos pasadísimos de rosca y una eterna cara de recién despierto tras una buena noche de borrachera. Así que, de momento, todo sigue en su sitio.

Hasta que algo ocurre, y como si de un caso de Holmes se tratara, todo termina dándose la vuelta y ocupando el sitio que uno menos espera. Y es que con "Sherlock Holmes" ocurre algo parecido al caso que estructura su trama, se pierde muchas veces en si misma, camina por rinconces demasiado intrincados, y utiliza recursos, la magia negra, con los que no todos conseguimos empatizar. Y por momentos te dan ganas de tirar la toalla, de salir de la película y esperar que llegue la siguiente escena de acción, que, por cierto, son autohomenajes de todas las obras anteriores de Ritchie. Pero al caso aún le falta otro giro.

Y es entonces cuando, como por arte de magia (blanca), las piezas encajan, el ritmo vuelve a acelerarse, el espectáculo a desbordarse de la pantalla y la trama ha adquirir un sentido, o todo lo contrario, pero, ¿qué más da?, esto es entretenimiento. Y además podemos deslumbrarnos con escenas que revelan el excelente director que se encuentra tras la cámara, como el explosivo momento del muelle o todo el desenlace, sin excepción. Una dirección Made in Richie, aunque quizás demasiado moderada para lo que nos tiene acostumbrados el británico.

Downey Jr.

¿Qué decir de Robert Downey Jr.? Pues que siempre, exceptuando su grandioso papel en "Tropic Thunder", ha sido uno de esos actores que me tiraban para atrás cuando de ver una película se trataba. Pero va pasando la película, y uno debe terminar aceptando la evidencia, así que ahi va: Robert Downey Jr. es lo mejor de "Sherlock Holmes". Más allá de su excelente química con un, siempre elegante Jude Law, que, por cierto, es uno de los mejores y más desaprovechados actores del actual panorama cinematográfico,Downey Jr. se adueña de la función poco a poco, robando escena tras escena, componiendo un Holmes extravagante, pelín pedante, astuto, lleno de contradicciones y, muy carismático. Ojo, por que es posible que esta noche se lleve un Globo de Oro por esta actuación, repito, gloriosa.

En definitiva, una notable película de acción y entretenimiento, y un blockbuster de irregular ritmo, pero a prueba de taquillas, diseñado para ser franquicia. Y es que, a veces, lo elemental está donde uno menos lo espera. Como en Robert Downey Jr.

Nota: 8,5

martes, 5 de enero de 2010

Mejores Películas 2009

1 - UP



Cuando crearon "Ratatouille" pensé que el techo estaba tocado...hasta que llegó "Wall E" y, servidor, se quedó sin palabras. Insuperable...hasta "Up". La emoción hecha cine, resumidos en un flashback de apenas 5 minutos que justifican una entrada para seguir soñando. Los magos de Pixar alcanzan el estatus de inmortales...¿o es que acaso hay algo más clásico que la emoción humana?. Insuperable.






2 - EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON




El tiempo como excusa para firmar la historia de amor más surrealista y genial que se ha visto en el cine en lo que llevamos de década. David Fincher se vuelve a asociar con un espectacular Brad Pitt para ofrecer una clase magistral de poesía y capacidad para contar con ternura y delicadeza la eterna relación entre el paso del tiempo y las relaciones humanas. Obra maestra.



3 - EL SECRETO DE SUS OJOS



Que el director Juan José Campanella y el actor Ricardo Darín son una pareja que asegura, como poco, una buena película, parece evidente. Que son capaces de crear dos películas inolvidables como "El mismo amor, la misma lluvia" o, la imprescindible, "El hijo de la novia", queda fuera de toda duda. Ahora bien, que a estas alturas ofrecieran un clásico como el que nos ocupa pareció pillar por sorpresa a todo el mundo. Llena de momentos de cine puro y duro (asombroso plano secuencia en el campo de fútbol) y de emotividad sincera, "El secreto de sus ojos" se convierte, automáticamente, en una película de esas que consiguen aguantar el paso del tiempo sin aparente dificultad. Y es que, ¿acaso alguien ha conseguido olvidar las sensaciones que vivió con, por ejemplo, el desenlace de la cinta? Imprescindible.



4 - GRAN TORINO



El eterno invitado a este tipo de listas, el mejor director vivo de la década, la balanza de obras maestras juega a su favor, Eastwood regresa para contarnos una historia de buenos sentimientos contada mil veces antes y, sin embargo, convenciéndonos de que nunca nos había emocionado tanto. Es la despedida como actor de un genio en estado puro, en permanente estado de gracia. He escuchado muchas veces eso de, "Eastwood, no te nos mueras nunca"...como si fuera posible que un inmortal lo hiciera. Como siempre, su penúltimo clásico, hasta su próximo estreno.




5 - MALDITOS BASTARDOS




Y va Quentin Tarantino y se (re)inventa la historia. Y encima se toma la licencia de colarnos humor, locura y despilfarro en la Segunda Guerra Mundial. Pero no solo eso, sino que, además, Brad Pitt se desmelena como el líder de una banda de mata - nazis. Pero es que, para más inri, el guionista y director americano convierte todo esto en una película de ritmo imparable, de escenas para disfrutar y nos regala la oportunidad de disfrutar de una de las interpretaciones del año, Christoph Waltz. ¿Se puede pedir algo más? Reverencia, pues.



6 - AVATAR



El principio de todo. Seguramente, el tiempo tomará la última decisión sobre que lugar ocupa el último invento de James Cameron en la historia del cine, más allá de las taquillas. La historia, he oído por ahí que la tiene, quien esto escribe no la vió o, en cualquier caso, se la sabía de memoría, no importa, lo que deslumbra y supera las expectativas es la forma, el envoltorio. ¿Va a cambiar la historia del cine? Pues mire usted, no lo se. ¿Qué si he visto algo así en mi vida? La respuesta es no. Si la tecnología es arte, como dice un amigo mio, esto debería estar firmado por Picasso. El cine, entendido como viaje para el espectador.



7 - DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS



O se ama o se odia. No existe termino medio ante películas como esta. Si has leido el cuento en el que se basa, olvídalo. El lado tenebroso, solitario, desconsolado y traumático de la infancia, caracterizado de unos seres llenos de problemas tan suyos como nuestros. Emociona, hace pensar, conmueve y desconcierta a partes iguales. Pero, tras un desenlace asombroso, encontramos la respuesta a su título, ¿dónde viven los monstruos?, dentro de cada uno de nosotros. Extraña, diferente y, por lo tanto, necesaria. (P.D: el mejor trailer del año).



8 - CELDA 211



Es un auténtico placer incluir una película española dentro de esta lista. Pero es que esta "Celda 211" tiene tantas cosas, y tan buenas, que lo justifican. Más allá de la excelente ambientación, la genial banda sonora o la frenética dirección de Daniel Monzón, está una historia brillantemente contada y llena de momentos de auténtica maestría dentro del género. ¿Luis Tosar? La interpretación del año. Lo mejor de la cosecha española de este año.




9 - SI LA COSA FUNCIONA




Tras la, injustamente, vapuleada "Vicky Cristina Barcelona", Woody Allen decide coger las maletas y volver a su Nueva York de siempre...como si importara el lugar ("Match Point", su última gran obra maestra, estaba ambientada en Londres, pero bien podría haber sido Marruecos, Italia o China). Lo que si se debe celebrar, y de que manera, es la vuelta del genio a sus eternos dilemas, existenciales, paranoicos...divertidísimos. Sin ninguna duda, la mejor comedia de Allen desde "Desmontando a Harry". Nos vemos este otoño, genio.



10 - ROCKANDROLLA



Tras muchas dudas sobre que película podría finalizar esta lista, y tras destacar una de las películas más sobrevaloradas de todos los tiempos como es la tramposa "Slumdog Millonaire" (que no vuelva a pasar), las excelentes "Déjame entrar" y "Frost/Nixon", y la sobresaliente "Ágora", he decidido inclinar la balanza a favor de una de mis debilidades personales, el director Guy Ritchie. "Snatch, cerdos y diamantes" es una de esas películas de culto que cualquier amante de cine debería revisar anualmente, y "Lock and Stock", uno de los mejores debuts del cine europeo en todo el siglo pasado. Mezclar a Tarantino y Scorsese con música de Oasis, Ocean Colour Scene y demás de fondo no parece gran cosa. Pero hacerlo con la gracia, el desparpajo, el ritmo y los personajes con las que lo hace Ritchie no están al alcance de muchos. Alejado del papel cuché, adiós Madonna, el director inglés vuelve a hacer lo que mejor sabe: entretener. Y, por cierto, "Rockandrolla" es la película más divertida del 2009.