domingo, 17 de octubre de 2010

Buried - La auténtica caja mágica




Hay historias, que demuestran que los prejuicios, los argumentos expuestos con prisas y sin pausas, solamente existen para ser derribados. Hay películas que, a priori, solamente pueden o ser geniales o ser un absoluto desastre, sin encontrar el ansiado punto medio que te aleja de la gloria, si, pero también del precipicio. Un hombre en una caja, un mechero, un móvil con tres rayas de batería y un bolígrafo. 100 minutos. Con esos instrumentos, que suponen el conjunto de protagonistas visuales y temporales de “Buried”, el nuevo trabajo del cineasta español Rodrigo Cortés, todo parecía abocado al suicidio artístico, al riesgo tomado sin conciencia ni control. Pero, y aquí viene lo mejor, en la inconsciencia, está la genialidad. Y la magia del cine se produce.


“Buried” es, desde su asfixiante comienzo y hasta su valiente y apabullante desenlace, una obra maestra que iguala sus valores como tour de force artístico e innovador, nunca se ha hecho nada igual hasta el día de hoy, con la capacidad indiscutible del mejor thriller de atrapar al espectador y zarandearlo a su gusto. Una experiencia cinematográfica que, una vez superado el impacto inicial, no se permite bajar el listón en ningún momento. Y todo, o casi todo, gracias al guión de Chris Sparling, de los mejores que se han escrito en años, un mecanismo perfecto capaz de crear situaciones y acontecimientos entre cuatro paredes de madera que elevan la historia a muchos niveles más de los que uno podría imaginar.

¿Y qué decir de Ryan Reynolds? Más allá de la admiración que se le pueda tener por ser el marido de Scarlett Johanson, uno no puedo más que quitarse el sombrero ante el esfuerzo interpretativo y físico, casi sobrehumano en ambos niveles, que el estadounidense regala poniéndose en la piel de Paul Conroy. En su mirada, sus gritos, sus gestos y, sobre todo, sus expresiones, está el ser humano con el que nos involucramos, al que comprendemos y por el que sufrimos. Pero, si hay que poner un punto y a parte, ese es para Rodrigo Cortés. Si Sparling es la cabeza de “Buried” y Reynolds su corazón, Cortés es el alma de una historia que solamente podía salir bien si se afrontaba desde la genialidad. Y así ha sido, el cineasta español ofrece una auténtica lección de cine en cada uno de sus planos, travelings, zooms. Nada sobra y nada falta a una dirección, simple y llanamente, perfecta.


Hemos tardado mucho, quizás demasiado, en recibir en las carteleras a una película valiente, redonda, excepcional, muestra de aquello que siempre debe ser el cine, una máquina de fabricar emociones, sueños, o, en este caso, pesadillas. “Buried” cumple todos los requisitos para ser mucho más que una de las películas del año, algo evidente, sino que también se posiciona como una de esas películas que aparecen cada mucho tiempo para redescubrirle a uno la razón por la que ama este modo de hacer arte. Después de todo, una sala de cine no se diferencia demasiado de la caja en donde habita el protagonista de “Buried”. Cuatro paredes con la única luz que proporciona un proyector. Sufrimos con Reynolds. Nos rendimos ante el cine de Cortés. Que lujo volver a hablar de cine con letras mayúsculas.

Nota: 10

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