sábado, 27 de febrero de 2010

The Lovely Bones - Amor de padre



Peter Jackson ama el cine, y lo hace de una manera pasional, desproporcionada, como si cada película suya fuera un hijo para el, en el sentido más estricto, afectivamente hablando, del término. Su excepcional trilogía de "El señor de los anillos" mostraba en cada uno de sus fotogramas una dedicación descontrolada por lo grandioso, algo que se hizo aún más evidente en la infravalorada "King Kong", auténtico monumento al cine más clásico y entretenido, que pasa por ser, el tiempo lo dirá, la película más personal del cineasta.

"The Lovely Bones" es una muestra más del incontrolable amor de Jackson por el séptimo arte, ofreciendo, no una, ni dos, sino tres películas en una, lo que termina convirtiendo este trabajo en el más desafortunado de su carrera. Y material había, vaya que sí, pero el neozelandés, auténtico protagonista por encima de la historia y el casting, intenta contar demasiadas cosas, por un lado, un thriller terrorífico, por otro, un drama intimista y , por encima de todos ellos, una fantasía visual surrealista y psicodélica que termina por desconcentar del todo al, ya de por sí desconcertado, espectador.

Una vez dicho esto, vayamos por partes. Jackson sorprende demostrando una buenísima mano en un género en el que, hasta la fecha, era un desconocido, el thriller, y quién caracteriza este aspecto de la película es un señor llamado Stanley Tucci, nominado al Oscar, a través de una interpretación para el recuerdo. Atormentado, confuso, terrorífico, Tucci borda su papel como solo lo hacen los grandes, metiéndose en tu cabeza y creando desasosiego en cada una de sus escenas. Por eso, duele más comprobar como un director con tanta capacidad para mantener en vilo al espectador, deja su maestría aparcada a esos momentos de la película, olvidándose de algo tan importante como son los sentimientos de sus personajes, ahogados en efectos visuales apabullantes e hipnotizantes y el poder del personaje de Tucci. El drama que propone "The Lovely Bones" nunca llega a materializarse en todo su esplendor, dejándo para el recuerdo poco más que un par de escenas verdaderamente emotivas, curiosamente las más cotidianas y sencillas.

Y luego está ese limbo colorido y psicodélico donde Jackson encuentra su verdadero placer, el del más grande todavía, la búsqueda por la imágen más bella, fantástica, memorable...pero se olvida del poder que en el cine tiene el sugerir y no mostrar, el enseñar a medias, y desarrolla todo un imaginario que si, tiene todo el poder visual del mundo, pero que, en ocasionas, roza el ridículo, lo hortera mezclado con escenarios sacados directamente de Mordor. Algo que, para ser sincero, se puede perdonar, a medias, gracias a otros momentos llenos de intensidad, con capacidad suficiente para llegar al nudo de la garganta, a través de los ojos.

Película extraña, especial, rara, excelente por momentos..."The Lovely Bones" es, en definitiva, la hija predilecta de Peter Jackson, aquella a la que se le permite todos los lujos que pide, a la que se le perdonan todos los fallos, la que se muestra con orgullo sin pararse a pensar en los defectos que tiene. Y los espectadores asistimos atónitos a una mezcla de géneros que, esta vez sí, parecen hechos para saciar únicamente la pasión cinéfila de su director. Nosotros nos extrañamos, Jackson la ama. ¿Qué queréis que os diga?, amor de padre.

Nota: 7


sábado, 20 de febrero de 2010

Bunbury - Las Consecuencias



No tiene que ser fácil crear un disco como “Las Consecuencias”. Bucear en las vísceras de los recuerdos, desnudar los sentimientos, revolver el pasado, presente y futuro para hablar de cosas tan íntimas como universales, debe ser más complicado cuando sabes que hay millones de personas detrás esperando para escucharte.

El enigma clave de este nuevo trabajo de Enrique Bunbury es evidente: ¿todo lo que cuenta (y canta) es autobiográfico o se trata de un nuevo disfraz artístico creado para la ocasión por el maño? Aunque el protagonista no ha querido desvelar nada al respecto, lo que sí que parece imposible es que la verdad que recorre cada verso, cada reflexión, cada sílaba, cada melodía de “Las Consecuencias” sea impostada.

Y de nuevo, Bunbury, nos obliga a olvidar todo lo que habíamos escuchado antes. Aquí no queda ni una pizca de la electrónica que recorría “Radical Sonora”, ni del omnipresente lado cabaretero que abrió la veda en “Pequeño”, ni cuenta con una grandilocuente producción como era el caso de “Flamingos”; incluso queda fuera el mestizaje que abanderaba esa obra maestra atemporal llamada “El viaje a ninguna parte” o el rock de “Hellville Deluxe”. Esta vez toca recoger las guitarras eléctricas, excepto en la espectacular “Los habitantes”, la más “Bunbury” del lote, y refugiarse en acústicas, violines y pianos para dar forma a diez canciones que son más que eso, son las vivencias y reflexiones más profundas de un artista que lleva la intensidad como sella de identidad.

Es un disco oscuro, denso, muy poético. No entra a la primera escucha, incluso puede desconcertar, pero es cuestión de aceptar las reglas del juego, dejarse llevar y entrar en un rincón de la música de Bunbury desconocido hasta la fecha, un lugar donde se encuentran, sin aparente dificultad, influencias como Tom Waits, Leonard Cohen, Nick Drake, o el imprescindible Dylan, pero, y aquí esta la maestría, sin dejar de sonar inconfundiblemente a Enrique Bunbury.

¿Y las canciones? Pues redondas en su mayoría, grandes en su, en algunos casos máxima, sencillez, emotivas, sin fisuras y cantadas tan bien como siempre, llegando a la excelencia en algunos casos especiales (“Es hora de hablar”). Pocas veces Bunbury ha sonado tan desnudo y sin artificios como en temas como “21 de octubre” o la misma “Las consecuencias”, tan sincero como en “Nunca se convence del todo a nadie de nada”, tan brillante como en la excelente versión de “Frente a frente”, tan emotivo como en esa genialidad llamada “Ella me dijo que no”, tan cantautor como en la espectacular “Lo que más te gustó de mi”. Y por si esto fuera poco, el maño regala “De todo el mundo”, no solo la mejor canción del disco, con diferencia, sino, desde ya, una de las mejores canciones de su carrera.

Decía al principio que no debe ser fácil crear un disco como “Las consecuencias”, pero esta afirmación se contrasta con la sencillez con la que se disfruta este trabajo, con la emoción sincera que, siempre, ha despertado escuchar canciones cantadas desde dentro, con el corazón en la garganta. Nunca se había escuchado a un Bunbury tan íntimo, tan sencillo, tan profundo. Y pocas veces se ha escuchado a un Bunbury mejor. Y quizás este disco no tenga el éxito que se le presupone, pero tampoco parece pretenderlo. Se la ha vuelto a jugar y, una vez vistas sus cartas, las consecuencias no pueden ser mejores. Duele, hipnotiza y emociona. Hasta el próximo cambio de rumbo, boxeador.

Shutter Island - Así se hacen las cosas, jefe



Era una de las opciones que se barajaban al comienzo de este año; y ha terminado ocurriendo. En los primeros meses de este 2010 eran muchas las películas candidatas a obra maestra, y se planteaba una gloriosa batalla entre caballos ganadores de la talla de Eastwood o Cameron, frente a nuevos competidores de peso, como por ejemplo, Bigelow o Reitman, pero, finalmente, y una vez vistas la mayoría de películas, el gato al agua se lo ha llevado el de casi siempre: Martin Scorsese.

“Shutter Island” no es solamente la reflexión sobre la locura y el poder que tiene en el ser humano más aplastante que se ha visto en años, ni el thriller más perfecto y redondo desde “Mystic River”, es mucho más, y por encima de todo, una película dispuesta a convertirse en clásico instantáneo, llena de escenas y momentos tan gloriosos que no dejan más opción que abrir bien los ojos, intentar volver a encajar la mandíbula y aplaudir desde la más sincera admiración.

Desde el comienzo Scorsese imparte una clase magistral, de cine excelso, de cómo se debe dirigir una película. Desvela, sin apenas darte cuenta, como introducir al espectador en un lugar, la creación de ambientes, y se permite, además, navegar dentro de la mente de sus personajes con una facilidad pasmosa para que seamos conscientes, o no, de que es lo que pasa, a quien le pasa y porque le pasa.

Mientras tanto, nos hacemos preguntas, entramos en los misterios, nos dejamos llevar de la mano de un impresionante Leonardo DiCaprio, en una de las actuaciones más poderosas de su carrera, por los laberintos de esta isla de la que es mejor no saber absolutamente nada antes de entrar en el cine, ir desvelando poco a poco la historia, retorciéndote en sus rincones más paranoicos, perdiéndote en su laberinto, disfrutando de cada giro en la historia, llorando de emoción y de terror.

En este tipo de críticas suelo pararme a hablar de la dirección, pero es que, sinceramente, no encuentro las palabras, o quizás sobren, para describir lo que el señor Martin Scorsese demuestra a lo largo de la película, mezclando planos imposibles, imágenes de una belleza conmovedora, momentos de auténtico terror y escenas de una perfección estética arrebatadora, con una capacidad de hipnosis digna de alabar. Es cuestión de ser uno de los más grandes, y actuar como tal.

Al final, lo más importante de todo esto del cine no es más que la capacidad de agarrar al espectador y llevarlo a lugares que nunca ha visitado, o enseñárselos de otra manera. El viaje a la locura, al perdón, al dolor, al terror, al amor, que ofrece esta película es, también, un viaje al cine en estado puro, a la genialidad, al arte de un cineasta en estado de gracia. Se trata de una travesía apasionante, inolvidable, conmovedora, con la capacidad de ponerte un nudo en la garganta, retorcerte el estómago, clavarse en tu mente. Es una obra maestra. El viaje cinematográfico del año tiene como destino Shutter Island. Invita Scorsese. Así se hacen las cosas, jefe.

Nota: 10

Quique González - La honestidad del pájaro mojado



Se notaba en la cara de la gente en la entrada del Auditorio Víctor Villegas de Murcia. Había expectativas, ganas de disfrutar de Quique González, muy probablemente, el cantautor español en mejor estado de forma de nuestro panorama musical. Llegaba a la región para presentar su último trabajo, “Daiquiri Blues”, o lo que es lo mismo, el mejor disco de su carrera, un trabajo lleno de emoción, de grandes, y excelentes, canciones cantadas con una intensa sinceridad.

Y se notaba en la cara de la gente cuando arrancó el concierto, con las primeras notas de la canción homónima del mencionado “Daiquiri Blues”, un comienzo sobrio, y a la vez, cautivador. Tras ella, llegaron clásicos de la talla de “Pequeño rock and roll”, impresionante de comienzo a fin, la hipnótica “Me agarraste”, la rockera “Avería y redención”, la espectacular “Pájaros mojados” o “Kamikazes enamorados”, para quien esto escribe, lo mejor de su carrera. Todas ellas, canciones que forman parte de una de las discografías más redondas e imprescindibles de la última década de la historia musical de nuestro país.

Mención aparte merecen los nuevos temas, que demuestran su valía al codearse con los clásicos sin que el listón baje lo más mínimo, sino todo lo contrario. El lado más tranquilo, íntimo, de González sale a relucir con una elegancia digna de aplauso en temas como “Lo voy a derribar” o la brillante “Riesgo y altura”, pero también nos encontramos con un cantautor rockero, “Restos de Stock” así lo certifica, y, por encima de todo, un artista con una capacidad para conmover que se escapa en cada sílaba, en cada nota, como así demuestran canciones como “Nadie podrá con nosotros”, la enorme, en su sencillez, “Anoche estuvo aquí”, la excelente “Deslumbrado”, o las, ya convertidas en clásico, “Un arma precisa”, “Hasta que todo te encaje” y “Su día libre”, las tres mejores canciones de su último trabajo junto a esa bomba de relojería emocional llamada “Algo me aleja de ti”, versión de una canción de Lapido que Quique convierte en suya, como si fuera imposible creer que a alguien más que a el le ha ocurrido la, terrible y cotidiana, historia que cuenta.

Y después de esto, los bises, con, entre otras, “Salitre” recorriendo cada rincón del auditorio, “Vidas cruzadas” consiguiendo el éxtasis colectivo o “La luna debajo del brazo” convertida en lo que es, un himno. Y al final, “Miss camiseta mojada” apabullando a un auditorio puesto en pie para disfrutar del último regalo de un artista que lleva la honestidad por bandera, la emoción como sello confundible. No acepten imitaciones, Quique González es único, y su concierto en Murcia confirma una hipótesis evidente: cuando se canta de verdad, la emoción que se desprende contagia a cualquiera que esté dispuesto a escuchar. El pájaro mojado llegó, cantó y emocionó. Ahora ha vuelto a la carretera, y estará, como el mismo canta, camino de cualquier parte, pidiendo entrar en los sueños de alguien. Mientras espera tiene un lugar donde refugiarse, la memoria de todos aquellos que disfrutamos, con lágrimas en los ojos y felicidad en el corazón, de un concierto inolvidable.





sábado, 13 de febrero de 2010

500 días juntos - Lugares comúnes



Recuerdo cuando me dejó la última chica con la que estuve. Era final de mayo y se anticipaba una tormenta de verano llena de recuerdos, noches en vela, paseos y poesías. Recuerdo que todas las películas parecían tristes, y sino lo eran, mi subconsciente las convertía en drama. Las canciones estaban llenas de melancolía y mi calendario hacia cada día un set list donde sonaban esos temas que escuchábamos juntos, que parecían escritos para nosotros, que firmaron el comienzo y final de nuestra historia. Costó salir de aquello y, con el tiempo, nos reencontramos, yo con el corazón helado, con las leyes e ideales románticos por los suelos, ella con una sonrisa de oreja a oreja, comprometida de nuevo, como debe ser con las chicas que no riman con soledad. Y hablamos, y descubrí que el tiempo nos había hecho cambiar los papeles. Ella era ahora la soñadora, yo el despertador de sueños, ella era la poesía, yo la prosa descafeinada. Nos habíamos enseñado a sobrevivir, ella con la alegría y yo con su tristeza, sí, pero a sobrevivir de todos modos.

"500 días juntos", cuenta mi historia, cuanta la tuya, cuenta la de tu vecino, la de tus padres, abuelos, hermanos...cuenta una historia de amor como son las historias de amor, con prólogos dubitativos que pasan a ser pasionales, desarrollo positivo, con sus detalles buenos y malos, finales dónde solamente sobrevive una de las partes, terremotos emocionales posteriores y un epílogo que demuestra que de todo se saca algo, además de un buen puñado de recuerdos.

Todo, absolutamente todo, es encantador, sincero, sencillo, inteligente, cercano, cotidiano y genial en esta joya que marca el camino que toda comedia romántica nunca ha seguido, y que seguramente, no seguirá. "500 días juntos" es la realidad frente a la expectativa, como muestra una de las, muchas, escenas inolvidables del film. La pareja del film, una cautivadora Zooey Deschanel y un descomunal Joseph Gordon-Levitt, están más allá del elogio en sus papeles de espejo de lo que todos hemos sido, y sentido, alguna vez.

Uno termina de ver esta película y no puede sentir más que alegría en su interior, la sensación de que no está solo en esto, que todos hemos pasado por algo así alguna vez, que la gente llora esperando una llamada de teléfono, que se puede ser fan de Ringo Starr, que nos asustamos cuando volvemos a ver a quien, por otra parte, nos morímos de ganas de encontrarnos a la vuelta de cada esquina...todos hemos estado enamorados, y a todos nos han roto el corazón. Y en el fondo, todos volvemos a empezar de nuevo, sin llegar a cerrar nunca la historia anterior, dejando los puntos suspensivos. El pasado sirve para coger fuerzas para enfrentarse al presente. "500 días juntos" nos lleva a los lugares comúnes donde todos hemos amado, sufrido, recordado y olvidado. Y volveremos a ellos, en eso consiste esto del amor. Pero, siempre, tendremos la historia de Tom y Summer para recordar que, después del verano, siempre llega el otoño y que esos lugares, en compañía, son la base para seguir. Películas así son las que ayudan a hacerlo. Que disfrutéis de su historia, como lo hicísteis con la vuestra. La mía. La de todos.

Nota: 10

El Hombre Lobo - Una buena noche



Como dice un buen amigo mío, al final esto del cine va a ser cuestión de estados de ánimo. No solamente del que te crea la película, sino con el que te enfrentas a ella. Me pilló una buena noche, solo así se puede entender que, aún siendo totalmente consciente de ls numerosísimos fallos que tiene este "Hombre Lobo", me lo pasara tan bien con ella.

Porque este vehículo para el lucimiento de alguien tan poco necesitado para ello como es el caso de Benicio Del Toro, un actor capaz de lo mejor ("21 gramos", "Ché") y de lo peor (prácticamente, el resto de su filmografía), resulta un cocktail de elementos terriblemente hilados, por culpa de un montaje apresurado, sin criterio alguno ni conocimiento de como se debe desarrollar una historia con un mínimo de coherencia, pero que, cosas de Hollywood, termina entreteniendo en la mayor parte de su metraje.

La dirección de Joe Johnston, realizador, entre otras de esa pequeña joya del entretenimiento llamado "Jumanji", hace lo que puede con el material que tiene, destacando especialmente sus momentos más movidos, es decir, aquellos en los que Del Toro se convierte en temible hombre lobo. En cuanto al reparto, más de lo mismo, Emily Blunt pasa toda la película con cara de desgraciada mujer que, ni se sabe ni se entiende, porque no abandona los lugares donde aparece, ya que da la impresión de estar asustada cada segundo...será por lo gótico que es todo...si Tim Burton se hubiera hecho con esta película...Anthony Hopkins pasaba por allí, eso sí, con su innata elegancia y saber hacer, cosas de grandes actores. Por su parte, Benicio Del Toro, parece cómodo en su papel, ofreciendo una actuación correcta, ni más, ni menos. Aún así, la mejor interpretación de la película corre a cargo de Hugo Weaving, genial en su papel de comisario.

Hay gente que afirmaba que esta podría haber sido una gran película, otros, sin embargo, opinábamos que no podía ser más que un descalabro artístico y comercial. Pues al final, ni los unos, ni los otros. Y es que "El Hombre Lobo", parece haberse quedado justo en el medio de ambas posibilidades, es decir, en un entretenimiento sin más aspiraciones que las de hacer pasar un buen rato a unos espectadores que asistimos a un festival de sustos gratuitos, romanticismo del todo a cien, persecuciones, aullidos y gritos que ya habiamos visto y escuchado antes. Y a pesar de todo, nos entretenemos. Hay que ver lo que hace tener una buena noche...

Nota: 7,5

Tiana y el sapo - Clásico Disney



Era sencillo. Y ellos lo sabían. "Chicken little", "Dinosaurio" o "Zafarrancho en el rancho",por poner tres sangrantes ejemplos, eran películas que degradaban un mundo cinematográfico lleno de magia, encanto y fantasía, llamado Disney. Y costaba creer que hubiera perdido el norte una empresa con artistas, guionistas y creadores capaz de crear algunas de las mejores películas de las últimas décadas, sirvan como pequeño ejemplo, "Dumbo", "La bella y la bestia", "Aladdin" o "Mary Poppins", obviando otro considerable número de obras maestras conocidad, con todo mérito y justicia, como "clásicos Disney".

Tenemos que remontarnos a, nada más ni nada menos, que 1999 para encontrar la última gran película que ofreció la factoria, "Tarzán". Demasiado tiempo deambulando en terreno de nadie, sobreviviendo gracias a Pixar, auténtico buffet libre de genios, dando palos de ciego sin encontrar ese interruptor que volviera a dar con la audiencia que siempre han tenido, es decir, esa que lleva de niños de 4 años a personas de 80. Pues bien, al fin, lo han encontrado. Se llama "Tiana y el sapo".

Arrolladora desde su comienzo, especialmente tras su convencional prólogo, impulsado por una excelsa banda sonora de Randy Newman, hasta su conmovedor desenlace, nos encontramos con una película que acomete cada escena como si de una revalida se tratara, intentando demostrar que el encanto sigue ahí, que Disney sigue siendo lo que siempre fue, una suma de elementos, humor + amor + canciones + moraleja, que da como resultado un clasicismo apabullante, una cascada de sentimientos con capacidad, de sobra, para hacer feliz a cualquiera.

"Tiana y el sapo" se desmarca del resto de películas de animación de este año por su regreso a la manera de hacer este tipo de films a la antigua usanza. Demostrando el poder que aún tiene el lápiz en tiempos de píxel, y se marca tantas metas por el camino que uno no puede más que dejarse llevar por una historia contada con un ritmo endiablado,números musicales que están ya dentro de lo mejor que ha ofrecido la factoría de Mickey Mouse, personajes encantadores como el inolvidable Ray, protagonista del momento más emocionante del film y con un diseño, sencillamente,apabullante.

Ha costado su tiempo, han sido muchos años desaprovechados, pero todo indica que han encontrado, de nuevo, el camino a seguir. Por eso es un lujazo volver a disfrutar de la magia, el encanto y la fantasía de la mano de los que, siempre, fueron los maestros. En definitiva, que placer poder decir que "Tiana y el sapo" es el nuevo CLÁSICO DISNEY.

Nota: 9,5

Precious - La libertad del patito feo




No es solamente cuestión de belleza. Ni siquiera de destino o casualidad. Estamos hablando de suerte, de como una vida puede estar llena de dolor por un cúmulo de cirscuntancias que convierten los recuerdos en desgracias, el presente en drama. Nos gusta quejarnos por cualquier cosa, por un exámen, por una llamada telefónica inoportuna, por la convivencia...el personaje principal de "Precious" no solamente no admite quejas, ni excusas, simplemente acepta, como puede, lo que le ha tocado vivir, divirtiéndose robando un cubo de alitas de pollo que aumentaran su obesidad, cocinando para una madre que la maltrata, cuidando de sus hijos, nacidos tras numerosas violaciones de su propio padre. Y sueña con ir al colegio, aprender a leer y escribir, reconducir, si es que es posible, una vida como la que tiene. Y tiene sueños, ser una estrella, viajar en moto agarrada a la cintura de su apuesto príncipe azul, escapar de la realidad.

Nada parece artificial ni forzado en una película que tenía todas las papeletas para ser un telefilm dramático de las cuatro de la tarde, pero que gracias a la verdad que desprenden todos y cada uno de sus personajes, se convierte en un poderoso tratado sobre lo que es el dolor puro, el horror que puede llegar a producir una situación familiar o el terror de conocer, una vez más, hasta donde puede llegar el ser humano.

Y si todo esto funciona, emociona y conmueve a partes iguales es gracias a una dirección ejemplar de Lee Daniels, capaz de combinar realidad y sueños, a través de secuencias oníricas que funcionan, generalmente, bien, con momentos de auténtica genialidad, como el inolvidable y, casi, insoportable, enfrentamiento en la escalera. Mención aparte para las dos protagonistas, favoritas para el Oscar, una conmovedora Gabourey Sidibe y, por encima de todo y todos, una Mo'nique, que ofrece una interpretación de otro planeta, un auténtico tour de force interpretativo que desemboca en uno de los monólogos más aterradores que se han visto en un cine en los últimos años.

"Precious" no es una historia de superación más, es el reverso del ser humano en su vertiente más dramática, la capacidad para levantarse cada día del suelo de una persona nacida para sufrir, incapaz de comprender que es la felicidad, refugiada en la televisión, el miedo y la inseguridad. Precious, el personaje, es una madre coraje, una víctima condenada a una vida llena de degradación, es la protagonista de un drama que se clava en la memoria, que retuerce el estómago, que empaña los ojos, el patito feo que no admite que nadie le diga que se ha convertido en cisne, porque esta genial película no habla de transformaciones, sino de la capacidad de supervivencia del patito feo en un lago lleno de basura, iluminando cada lugar donde acude, simplemente, con la sinceridad y el esfuerzo como bandera. El mérito no está en saber convertirse en cisne, sino en resurgir de patito feo a patito libre. Y cuando se ve algo así, uno no puede más que sentirse conmovido.

Nota: 9

lunes, 8 de febrero de 2010

The Road (La Carretera) - El fuego de ninguna parte



Lo primero que he hecho esta mañana ha sido entrar en el, excelente, blog de mi amigo y, porque no decirlo, maestro, Luis (http://caminodeitaca.wordpress.com/), para volver a leer, una y otra vez, la reseña que escribió sobre la novela de Cormac McCarthy ganadora del Pulitzer, llena de alabanzas y entusiasmo. Y, tras varios vistazos, me siento engañado. La película que ayer ví en el cine no puede estar basada en algo tan potente, ser reflejo de una novela tan fascinante como todo el mundo afirma, describir el apocalípsis, no sólo terrenal, sino también emocional. No, alguien me ha tendido una trampa, o quizás al mismo McCarthy.

Vaya por delante, que no he leido la supuesta, no lo dudo, obra maestra literaria en la que semejante despropósito se basa, pero lo que me cuentan en la pantalla poco tiene que ver con la emoción, reflexión y pasión que se anunciaba por todas partes. Se trata de un film vacío, tan lleno de logros visuales como lagunas narrativas y mezclas de géneros que no saben hacia donde ir, y lo que es peor, no le importa demasiado.

El directo John Hillcoat parece tan ensimismado con el mundo que ha sido capaz de plasmar en la gran pantalla, gracias a una impresionante fotografía de Javier Aguirresarobe, que olvida que, tras ella, debe haber algún tipo de narrativa cinematográfica más allá de la búsqueda de la poesía en la suciedad, dela belleza en los planos apocalípticos,de la emoción en la nada, algo que pocos han conseguido y que, en cualquier caso, tiene un referente demasiado grande y cercano, esa obra maestra llamada "Hijos de los hombres" de Alfonso Cuarón, frente a la cual parece, más que su hermano pequeño, primo lejano.

La repetición de la fórmula, momento intimista entre padre e hijo + planos generales del mundo (semi)destruido + encuentro con personaje secundario poco, o nada, aprovechado + escena de tensión para hacer algo de taquilla (y verdadero elemento explotado en los tramposos trailers, llenos de explosiones que en ningún momento aparecen en el film), es repetida hasta la saciedad, eso sí, acompañados, como hilo conductor, por unos flashback que terminan siendo de lo mejorcito del film.

Si esta película llega al suficiente, no termina siendo un desastre de dimensiones, estas si, apocalípticas, es gracias a alguna que otra escena (Mortensen en el puente, o la primera casa visitada), la mencionada fotografía de Aguirresarobe, a la brillante música del, casi siempre, genial Nick Cave y Warren Ellis, que ya habían demostrado sus cualidades en la excelente banda sonora de "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford", y a un excelente Viggo Mortensen que parece ser el único que se toma en serio la historia que se está contando. Y da rabia, porque se intuye que detrás de toda esta nada había una historia llena de frases, descripciones y sentimientos a flor de piel, personajes inolvidables, auténtica emoción, terror, tensión y, finalmente, salvación. Lástima que todo esto no sean más que intuiciones, invisibles, que se ocultan en la lejanía, y de lo que solo alcanzamos a percibir unas pequeñas sombras, como si se hubieran empeñado en no dejarnos ver lo que de verdad necesitábamos. Y nos hablan de fuego, pero, lástima, todo queda en ninguna parte.

Nota: 5

sábado, 6 de febrero de 2010

En tierra hostil (The Hurt Locker) - Castillo de luces




Lo peor que te puede pasar con una película que habla directamente de la adrenalina, es que te deje frío. Lo peor que te puede pasar con una película a la que la crítica ha saludado como "uno de los mejores retratos de lo que pasa en una guerra hasta la fecha", es que no te emocione, no te contagie su, supuesta, tensión, que no alcances a oler la pólvora, a sufrir, a temer, a horrorizarte...y eso es lo que me ocurre, a medias, con la alabada película de Katherine Bigelow, "The Hurt Locker", inevitablemente traducida al castellano con el nefasto título de "En tierra hostil".

No es esta una mala película, solamente que, al igual que ocurría con "Invictus", se queda muy por debajo de lo que podría haber sido y, excesivamente lejos, de lo que la crítica anunciaba. Y es que "En tierra hostil", promete desde el comienzo, con un prólogo absolutamente fascinante, abrumador por su calidad puramente cinematográfica, consiguiendo atrapar al espectador desde el minuto uno, transladándolo de la butaca al centro de Irak. Y no hay disparos, ni sangre, sino simplemente un grupo de militares expertos en desactivar explosivos, que van transformando sus ánimos en terror, sus chistes en miradas tensas, su seguridad en miedo. Y la fórmula funciona, y cuando ocurre lo que tiene que ocurrir, me acomodo en mi asiento deseoso de ser fascinado por una obra maestra.

Pero como toda montaña rusa que se precie, el segundo viaje nunca será como el primero, y una vez perdido el factor sorpresa, el resto de acciones de este grupo militar no sorprende, fascina a ratos y se asienta en la monotonía en demasiadas ocasiones. Y lo peor no es esto, sino que las escenas de transición entre bomba y bomba no solamente no aportan nada que pueda servirnos para, al menos, conocer un poco más a esos hombres, sino que se regodean en el compañerismo, en la locura, en el valor de estos jovenes militares a los que no parece asustar la idea de morir cada día.

Es cierto que Bigelow no se posiciona en ningún tipo de bando ideológico, y eso se agradece, no tener que sufrir el típico plano de la bandera estadounidense bailando a cámara lenta, ni militares corriendo a cámara lenta, es algo que hace subir puntos al film frente a otras propuestas similares. Pero es que, además, a Bigelow se le debe agradecer traer la que, muy probablemente, sea la mejor dirección del año. Ya sea con planos fijos, cámara al hombro, a ras del suelo, no importa el lugar, sientes que el objetivo de Bigalow está en todas partes, que no hay ningún rincón de la escena que no veas. Te sientes uno más dentro del grupo militar, un auténtico espectador de lujo de la acción.

Pero más allá de eso, poco que rascar. Es cierto que escenas como la del desierto son auténticos trozos de cine en estado puro, magistral, que se trata de una película necesaria, pero tiene el lastre de no transmitir, quizás por voluntad propia, emoción alguna, no proporcionar ningún eco en el recuerdo una vez vista. En definitiva, un castillo de luces por momento brillante e hipnótico, pero que saben a poco cuando uno esperaba encontrarse con una auténtica bomba cinematográfica. Será cuestión de adrenalina.

Nota: 7