lunes, 28 de marzo de 2011

"Sucker Punch" - Lo tomas o lo dejas




Zack Snyder ha sido muchas cosas desde que alcanzara el éxito masivo con esa excepcional, por oportuna en el tiempo y el lugar, "300", una película que fue celebrada por público y, gran parte de crítica, como ejemplo soberano acerca de como calcar un cómic a la gran pantalla sin que en el camino se pierda épica o, sobre todo, poderío visual. A partir de ese momento, cuando el mundo se rindió ante sus espartanos, Snyder pasó a ser otro de los nombres a seguir en esto del cine palomitero, un visionario capaz de darle a la platea algo nuevo, diferente y basado, para que negarlo, en la apoteosis de la cámara lenta como vehículo para alcanzar la épica. Por eso, su siguiente paso parecía no esconder riesgo alguno. De nuevo un cómic de culto, de nuevo la acción, de nuevo personajes carismáticos y, de nuevo, su sello visual. De ese modo llegaba "Watchmen", una propuesta semifallida, en la que la genialidad (unos títulos de crédito de levantarse y aplaudir) y lo absurdo (la escena de sexo en el globo a ritmo de Leonard Cohen) que suponía el comienzo, aunque para entonces era imposible saberlo, del desafío que Snyder ha cerrado con "Sucker Punch". Amarlo u odiarlo.


No serán pocas las personas que salgan defraudadas con el último proyecto del director estadounidense, probablemente las mismas que abandonen la sala de cine con los ojos bien abiertos, discutiendo sobre que escena ha sido su favorita, pero lo que está claro es que se la ha jugado con todas sus consecuencias. Con una libertad creativa absoluta, algo sorprendente después de la respuesta que la taquilla le dio a su penúltima película, esa surrealista aventura de búhos llamada "Ga'Hoole", Snyder se enfrenta, por primera vez, a una historia propia por lo que nos encontramos, sin lugar a dudas, ante su película más personal, un film que confirma y subraya los verdaderos elementos que formaron, forman y, con toda seguridad, formarán su filmografía: violencia, erotismo e imágenes.


Porque "Sucker Punch" es, principalmente, eso, un homenaje al cine como artefacto visual, una orgía de excesos desde su apabullante prólogo, la creación de un universo en el que puedes encontrarte a ninjas gigantes y a nazis zombies con apenas diez minutos de diferencia. Es la recreación más perfecta de lo que el cerebro de Snyder plantea como viaje cinematográfico, es decir, la historia como excusa barata, y dicho sea de paso, torpemente planteada, para ofrecerle al espectador una travesía por la imaginación absoluta, por la locura reinante, por un modo de entender el cine que, a pesar de lo que pueda parecer, no es apto para todos los públicos. "Sucker Punch" es una de esas películas que parecen destinadas a convertirse en objeto de culto para los amantes de los videojuegos y las referencias cinematográficas (tenemos ecos de "Matrix", "Kill Bill" y "El señor de los anillos", entre otras) pero, en realidad, estamos ante el colosal trabajo de un perfeccionista de la imagen como protagonista, del espectáculo visual (ejemplar la escena del vagón de tren con Beatles de fondo) como motor, al que le pusimos una etiqueta que no le correspondía. Zack Snyder no era un visionario. Era, y es, un autor. Arriesgado. Lo tomas o lo dejas.


The Strokes - Angles




¿Recordáis la primera vez que escuchasteis a los Strokes? La aparición de su disco debut, "Is this it", supuso una revolución musical basada en el regreso a los orígenes del pop/rock más fresco y desenfadado. Todo en aquel trabajo era modelico y excitante, te volvía a recordar lo grande que puede llegar a ser la música y nos hicieron creer que el presente y futuro de los riffs dependían de ese grupo de adolescentes. El resto, es historia. Su segundo trabajo, "Room on fire" desarrollaba el discurso de su antecesor y, a pesar de no convencer a gran parte de la crítica, volvía a dar en el clavo con algunos temas incontestables como "Reptilia" o "The end has no end". Menos suerte, crítica, tuvo "First impressions of Earth", que cerraba la trilogía con un sonido más robusto, perdiendo por el camino la frescura en pos de la (sobre)producción. Tras cinco años de silencio, discos en solitario, rumores, desmentidos y cambios de productor, The Strokes vuelven a escena con "Angles", un disco que será recordado como un trabajo menor en su discografía. O, en el mejor de los casos, como un álbum de transición.

El sorprendente reegae/rock de "Machu Pichu" abre un disco en permanente búsqueda de personalidad, lo que provoca una variedad de estilos que se ve reflejada en canciones que parecen, cada una, firmada por un grupo diferente. El sonido más clásico de los Strokes aparece en los que, a posteriori, se convierten en grandes temas del disco. Por un lado, el estupendo single de presentación, "Under cover of darkness", y por otro, la brillante "Taken for a fool", una de esas canciones con aspiración de himno generacional. "Two kinds of happiness" y "Games" parecen sacadas del, notable, disco en solitario de Julian Casablancas, mientras que "You,re so right" y "Metabolism" ponen el rock más extravagante y grandilocuente, respectivamente, del disco. Más allá de ellas, podemos encontrar la balada de turno, una "Call me back" que solamente falla en su duración, la intrascendente "Gratisfaction" y el elegante punto y final que pone "Life is simple in the moonlight".


En cualquier caso, no debe considerarse "Angles" un mal disco. En absoluto. Tiene actitud y canciones. El problema principal es la firma. Los Strokes se habían ganado la expectación generada, las ansias por escucharlos de nuevo, por volver a sentir las sensaciones que uno tenía cuando sonaba "Last night", "12:51" o "You only live once". Este nuevo disco no lo hace. Desconcierta, despista y, a pesar de ganar bastante con las escuchas, supone el reflejo de una banda que, quizás, se haya vuelto demasiado democrática. Muchas ideas diferentes para pocas canciones. El siguiente paso de The Strokes parece imposible de pronosticar. A pesar de todo, estaremos alerta. Porque, ¿recordáis la primera vez que escuchasteis a los Strokes? Yo si.


domingo, 27 de marzo de 2011

Manel - 10 milles per veure una bona armadura




Lo mejor de todo esto es que, a veces, le pasa a los buenos. Al final de algunas películas ganan, derrotan al villano y se quedan con la chica o, en este caso, ofrecen un debut inolvidable, con su segundo disco cumplen con las expectativas y, de paso, alcanzan el número 1 en la lista de ventas de nuestro país y se convierten en fenómeno social. Manel, grupo que, como mero detalle informativo, escriben y cantan canciones en catalán, parecen los primeros sorprendidos con esta situación pero, escuchando "10 milles per veure una bona armadura", parecía cuestión de tiempo. Una colección de canciones tan soberbias no podían, ni debían, quedarse en tierra de nadie. Si no solamente ha pasado eso, sino que, además, el público y la crítica los han saludados como "banda revelación" pues, oye, mejor para todos, ¿no?.


Es difícil analizar un disco tan rico en matices, con una producción tan impecable y repleto de tantos pequeños, grandes, hallazgos musicales. Porque, al final, lo que prevalece y queda en la memoria, son diez temas que pueden turnarse, sin problema alguno, el turno de "Canción favorita del disco". Y es que, empezar con "Benvolguts" es toda una declaración de intenciones. Como un, melódico y líricamente maravilloso, golpe en la mesa, Manel inicia un viaje hacia un sonido que, a base de naturalidad y genio, ya se siente y escucha como marca de la casa. "La canço del soldadet", emociona, "El gran salt" hipnotiza, "La bola de cristall", enternece, "Flor groga" conmueve, "El Miquel i l'Olga tornen" contagia buen humor y, el himno final, "Deixa-la, Toni, deixa-la", divierte por su letra y abruma por su música. Por si esto no fuera suficiente, Manel se permite el lujo de regalar tres canciones que van un paso más allá, ese que separa la obra maestra del clásico y brinda tres monumentos disfrazados de canción. Por un lado, "Boomerang", marcada por una melodía magistral, por otro, "Criticarem les noves modes de pentinats", una maravilla llena de épica y emoción y, finalmente, "Aniversari". ¿Qué decir de esta última? Pues que no solamente es, con toda probabilidad, la mejor canción que haya firmado el grupo, sino que nace como obra de arte, como tributo a la música como vehículo para emocionar, como apabullante demostración de grandeza de un grupo que llega al corazón a través de la sencillez, lo cual añade más mérito si cabe a su hazaña.

"10 milles per veure una bona armadura" ha conseguido tres cosas. Primero, situar a Manel donde se merecen, es decir, a la altura de las grandes bandas de este país, musicalmente hablando, es decir, ventas de entradas y discos, aparte. Segundo, volver a situar a las canciones como auténticas protagonistas del éxito en estos tiempos donde la imagen y los escándalos parecen ser el objetivo primordial de muchos artistas como atajo para llegar al Olimpo de la fama. Y tercero, convertirse en uno de esos discos que sabes que te acompañaran durante mucho tiempo donde quiera que vayas, como un boomerang que vuelve, sin encallarse entre las ramas. Y, encima, han ganado los buenos. Final feliz.

lunes, 14 de marzo de 2011

R.E.M - Collapse into now




Hay discografías que hablan por si solas, que valorarlas no requiere más esfuerzo que escuchar todos sus discos de principio a fin y, sin lugar a dudas, la de R.E.M es una de ellas. De hecho, lo que marca su último trabajo, "Collapse into now", es la mirada atrás, el ejercicio de revisión que Michael Stipe y compañía han realizado, voluntaria o involuntariamente, con un nuevo grupo de canciones que revalidan un título que a los de Athen nunca se les ha llegado a escapar: el de banda referente del pop/rock de los últimos 20 años.


Encontramos en este disco constantes ecos del pasado, canciones que podrían ser hermanas o, como mucho, primas lejanas, de algunos de los grandes clásicos de la banda. A pesar de la versatilidad y, sobre todo, de la heterogeneidad del disco, no es nada complicado escuchar rastros de "E-Bow the letter" en la apocalíptica "Blue" o identificar el bellísimo aroma de "Nightswimmin" que tiene la, no menos maravillosa, "Walk it back". Estos son, simplemente, dos ejemplos, pero cada uno de los temas que dan forma a "Collapse into now" suponen una reconciliación de R.E.M con su sonido más característico, ese en el que la melancólica voz de Stipe se funde con las inconfundibles guitarras de Buck, mientras Mills deja la huella de sus coros.


"Discoverer" y "All the best" abren el disco con más fuerza que todo su antecesor junto ("Accelerate") dándonos la bienvenida con las guitarras más rabiosas del disco, algo que se recuperará con igual, o mayor, acierto, en el tramo final, con la entusiasta "Alligator Aviator Autopilot Antimatte " y la breve y contundente "That someone is you". Mientras tanto, entre pop enérgico marca de la casa ("Mine smell like honey" )y temas aspirantes a futuros himnos ( "It happened today"), R.E.M vuelve a dar en el clavo con una serie de baladas hipnóticas y emocionantes. Comenzando con "Uberlin", una auténtica joya comandada por un punteo de Buck antológico, y pasando por la conmovedora "Oh my heart" (para un servidor, la mejor canción del disco), la desoladora "Me, Marlon Brando, Marlon Brando and I" y la preciosa "Every day is yours to win", la banda ofrece su eterna capacidad para poner los pelos de punta sin apenas esfuerzo, materializando todas sus virtudes en canciones que tienen la enorme virtud de cautivarte, aislarte del mundo para hacerte partícipe de historias cotidianas interpretadas con la sabiduría de los grandes.


Tras el palo, más de crítica que de público, que supuso "Around the sun" y la, leve, resurrección que les dio "Accelerate", la banda comandada por Michael Stipe ha conseguido con "Collapse into now" su mejor trabajo desde el inolvidable "Automatic for the people", el que para muchos de nosotros es, aún, la cima de su carrera. La esencia de R.E.M está presente en estas doce canciones que suponen un nuevo logro para una banda necesaria y coherente consigo misma que, además, ha sabido mirarse en el pasado para remarcar su valía en el presente. Un nuevo disco imprescindible. Y van...

domingo, 13 de marzo de 2011

"Rango" - El bueno, el feo y el camaleón



Un camaleón vestido como Clint Eastwood en los gloriosos tiempos del "spaghetti western" es, cuanto menos, desconcertante. Una tortuga como alcalde de un pueblo del salvaje oeste en medio del desierto puede sonar, como poco, infantil. Pero hablamos de "Rango", una película donde los bourdeles están repletos de ranas, los caballos son polluelos y las historias las cuentan búhos mariachis. Y no es un sueño pasado de rosca de un guionista con traumas infantiles, ni una locura por parte de un director made in blockbuster, en este caso Gore Verbinski, archiconocido por su saga de "Piratas del Caribe" de la cual, en una decisión arriesgada pero comprensible, se ha bajado en su futura (¿y necesaria?) cuarta entrega, sino una atípica y extravagante cinta de animación.


Pocas películas de este género, comandado sin ningún tipo de competencia por los magos de Pixar, gozan de una libertad y frescura tan impactante como la de "Rango". Sus primeros 20 minutos pasan de la extravagancia a la genialidad sin apenas esfuerzo, mezclando la originalidad con la locura, en un tramo de cine redondo en el cual, como principal consecuencia, se puede perder a un público infantil al que, por desgracia, se intenta recuperar en un tramo central con un ritmo demasiado irregular, como si Verbinski no fuera capaz de decantarse hacia un lado u otro, hacia el cine infantil o al adulto.


En cualquier caso, es innegable la valentía de "Rango", sus maravillosos paisajes, los brillantes homenajes a los estereotipos del cine del Oeste de toda la vida, ejemplificados a la perfección en la apabullante escena del salón a la que, además, hay que sumar la persecución por los acantilados, una de las escenas de acción más trepidantes y geniales que ha dado el cine de animación en años. Si a todo esto le sumamos algunos pasajes donde la melancolía de su mensaje y la belleza de sus imágenes se dan la mano para crear instantes de cine de primera calidad, tenemos en "Rango" una pequeña joya llena de frescura, imaginación y buen hacer. No es una obra maestra pero bueno, para eso está Pixar,¿no?.

sábado, 12 de marzo de 2011

"Torrente 4. Lethal Crisis" - Antídoto



Animar y desanimar son dos términos tan cercanos a la psicología como al arte. La capacidad de una canción desgarradora, pasando por un libro antológico o una, simple en su complejidad, buena película, puede ejercer tanto efecto en el ánimo de una persona como cualquier pastilla recomendada por un especialista. De todas los artes, quizás, la más directa para conseguir este tipo de consecuencias sea el cine, ese maravilloso medio a través del cual se cuentan historias cuyo, principal, objetivo fue, es y será, entretener al público. A nivel personal, siempre he creído que era muchísimo más complicado animar a alguien con una comedia, que desanimar con un drama. Mientras que esta última requiere, más o menos, poco esfuerzo para tocar la fibra sensible del espectador, la primera debe ser casi perfecta, hilar perfectamente una serie de gagas que hagan salir del letargo de penas, penitas, penas al individuo que ha pagado para que, sencillamente, le hagan reír. Goyas y críticas aparte, la saga Torrente, ha cumplido, casi todas las veces, con este último objetivo. Y que nadie se lleve a engaño, si en esta cuarta entrega que, apostaría mis manos, reventará la taquilla, no aparecieran Kiko Rivera o Belén Esteban, las salas se seguirían llenando. ¿La razón? Que el señor Santiago Segura sabe lo que quiere el público cuando va a ver una película de Torrente. Y se lo da. Y entretiene. Y divierte. ¿No es eso de lo qué estamos hablando?

Desde que su primera entrega reinventara un nuevo método de hacer comedia española, teniendo siempre presente una serie de referentes claros y evidentes, Segura ha ido depurando la fórmula dotándola de distintos lenguajes, especialmente cinematográficos, para terminar volviendo a su origen. Y es que, si "Torrente 2: Misión en Marbella" asentaba los méritos de su predecesora volviéndola, si cabe, aún más comedia, la tercera parte no cumplía las expectativas generadas y, lo más importante, justificadas. Pero Segura es un tipo listo y dejó pasar unos cuantos años antes de volver a meterse en la piel de un personaje que, guste más o menos, es ya un icono de nuestro cine. Puede que por eso "Torrente 4. Lethal Crisis", funcione del modo en el que lo hace, especialmente, en una primera hora de metraje donde la esencia, los gags y las situaciones nos recuerdan, inevitablemente, al primer Torrente, o lo que es lo mismo, dan el diana con una brillantez que a muchos les parecerá insultante.

Sin embargo, lo que realmente distingue esta entrega del resto de la saga es el rendido homenaje al cine que se esconde tras su característico humor. Las constantes referencias al cine clásico ("Evasión o victoria") se mezcla con la referencia a series de televisión ("Prison Break") y alcanzan su plenitud con lo que bien se podría interpretar como la particularísima versión de "El Guateque" que supone el hilarante prólogo. De este modo se ejemplifica lo que, para algunos, es algo obvio, que el Santiago Segura director ha ido creciendo con la saga, entendiendo los códigos más elementales y entendiendo que, esto, no es nada más, ni nada menos, que cine de entretenimiento en estado puro.

En definitiva, y volviendo al comienzo, para todos aquellos que entendemos el ir al cine como si de, casi, una liturgia se tratase, para los que ver una película no consiste solo en "verla", sino en dejarse llevar, en sufrir, reír, llorar, en definitiva, disfrutar, valoramos, en mayor grado, lo que consigue Santiago Segura: la comunión absoluta entre personaje y un público al cual se ha ganado a base de cine. Y, si me permitís, para los que amamos el cine es un lujo ver una sala abarrotada, expectante, aplaudiendo y riendo al unísono, en los tiempos que corren. Y es que, a veces, la risa general es el mejor antídoto personal para animarse.