sábado, 6 de febrero de 2010

En tierra hostil (The Hurt Locker) - Castillo de luces




Lo peor que te puede pasar con una película que habla directamente de la adrenalina, es que te deje frío. Lo peor que te puede pasar con una película a la que la crítica ha saludado como "uno de los mejores retratos de lo que pasa en una guerra hasta la fecha", es que no te emocione, no te contagie su, supuesta, tensión, que no alcances a oler la pólvora, a sufrir, a temer, a horrorizarte...y eso es lo que me ocurre, a medias, con la alabada película de Katherine Bigelow, "The Hurt Locker", inevitablemente traducida al castellano con el nefasto título de "En tierra hostil".

No es esta una mala película, solamente que, al igual que ocurría con "Invictus", se queda muy por debajo de lo que podría haber sido y, excesivamente lejos, de lo que la crítica anunciaba. Y es que "En tierra hostil", promete desde el comienzo, con un prólogo absolutamente fascinante, abrumador por su calidad puramente cinematográfica, consiguiendo atrapar al espectador desde el minuto uno, transladándolo de la butaca al centro de Irak. Y no hay disparos, ni sangre, sino simplemente un grupo de militares expertos en desactivar explosivos, que van transformando sus ánimos en terror, sus chistes en miradas tensas, su seguridad en miedo. Y la fórmula funciona, y cuando ocurre lo que tiene que ocurrir, me acomodo en mi asiento deseoso de ser fascinado por una obra maestra.

Pero como toda montaña rusa que se precie, el segundo viaje nunca será como el primero, y una vez perdido el factor sorpresa, el resto de acciones de este grupo militar no sorprende, fascina a ratos y se asienta en la monotonía en demasiadas ocasiones. Y lo peor no es esto, sino que las escenas de transición entre bomba y bomba no solamente no aportan nada que pueda servirnos para, al menos, conocer un poco más a esos hombres, sino que se regodean en el compañerismo, en la locura, en el valor de estos jovenes militares a los que no parece asustar la idea de morir cada día.

Es cierto que Bigelow no se posiciona en ningún tipo de bando ideológico, y eso se agradece, no tener que sufrir el típico plano de la bandera estadounidense bailando a cámara lenta, ni militares corriendo a cámara lenta, es algo que hace subir puntos al film frente a otras propuestas similares. Pero es que, además, a Bigelow se le debe agradecer traer la que, muy probablemente, sea la mejor dirección del año. Ya sea con planos fijos, cámara al hombro, a ras del suelo, no importa el lugar, sientes que el objetivo de Bigalow está en todas partes, que no hay ningún rincón de la escena que no veas. Te sientes uno más dentro del grupo militar, un auténtico espectador de lujo de la acción.

Pero más allá de eso, poco que rascar. Es cierto que escenas como la del desierto son auténticos trozos de cine en estado puro, magistral, que se trata de una película necesaria, pero tiene el lastre de no transmitir, quizás por voluntad propia, emoción alguna, no proporcionar ningún eco en el recuerdo una vez vista. En definitiva, un castillo de luces por momento brillante e hipnótico, pero que saben a poco cuando uno esperaba encontrarse con una auténtica bomba cinematográfica. Será cuestión de adrenalina.

Nota: 7

No hay comentarios: