sábado, 30 de enero de 2010

Invictus - Los puntos débiles del genio



Algún día tenía que pasar. Era demasiado maravilloso para ser verdad. Temporalmente hablando, las cuentas salen: desde 2003, Clint Eastwood sumaba obra maestra tras obra maestra de manera, casi, anual. Sobran las palabras cuando se mencionan títulos como "Mystic River", "Million Dollar Baby", "Cartas desde Iwo Jima" o "Gran Torino", eso sin contar los antecedentes, por poner cuatro ejemplos: "Sin Perdón", "Un mundo perfecto", "Bird" o "Los Puentes de Madison". Teniendo en cuenta todo esto, no es cuestión de dramatizar una cuestión que, como he dicho, era cuestión de tiempo, y es que el directo clásico por excelencia, Clint Eastwood ha bajado el listón.

Para evitar cualquier tipo de discusión,lo dejaré claro desde el comienzo: "Invictus" no es una mala película, sino todo lo contrario, se trata de un potentísimo entretenimiento para emocionar y extasiar a las masas, un vehículo de lucimiento para un actor tan extraordinario como es Morgan Freeman y, porque no decirlo, un panfleto en toda regla para alabar a un personaje histórico de la talla de Nelson Mandela. La pregunta es, ¿tenía Eastwood la necesidad de meterse en alguno de estos tres fregados?

A las alturas en las que estamos, no se le puede, ni debe, reprochar nada al director americano, pero se debe tener en cuenta el rasero con el que se mide cada uno de sus nuevos estrenos. ¿Qué "Invictus" está bien dirigida? Claro. ¿Qué tiene algunos momentos de auténtico cine dentro? Desde luego. Pero es que eso se daba por descontado. A Eastwood se le debe pedir más, exigir algo más que una emotiva historia bien contada, algo por lo que, de todos modos, más de un director actual suplicaría.

"Invictus" cuenta con varios puntos fuertes que justifican, de sobra, su visionado. La emoción que desprende en sus mejores escenas es pura, sincera,exceptuando algunos momentos de gratuita sensiblería que no aportan nada a un relato que, por la figura que dibuja y la historia que cuenta, se debería sostener por si misma sin necesidad de ningún tipo de ayuda externa. La actuación de Freeman es tan deslumbrante y genial como cabría esperar de un actor de su talla y la dirección de Eastwood se mantiene tan sencilla, modélica y, a la misma vez, apabullante como en sus últimos trabajos.

¿Qué es lo que falla entonces? Pues un guión demasiado irregular, capaz de pasar del protagonismo absoluto de Mandela, el cual, por cierto,siempre tiene una frase sabia y profunda que decir,sin importar la situación o el contexto, a centrarse en un extenuante y alargado hasta la saciedad, partido de rugby que, a pesar de todo, tiene un innegable poder visual. Si a esto sumamos una serie de escenas que abusan, sin ningún sentido, de las canciones pop de la, por otra parte, genial banda sonora,un Matt Damon desorientado y un risible momento de posible paranoia terrorista, nos encontramos ante bajones de calidad desaparecidos, hasta la fecha, en el último tramo de la obra de Eastwood.

Quizás porque nos tiene muy mal acostumbrados, o porque no solemos relacionar los finales felices con el apellido Eastwood, cuando "Invictus" concluye no siento ese cosquilleo en el estómago, esa sensación que provoca que me parezca imposible levantarme de la butaca hasta que los títulos de crédito terminen. Cuando termina "Invictus", en cambio, pienso que Clint Eastwood sigue siendo un lujo para el cine, que Morgan Freeman es un actor único, que el poder del perdón es necesario e insustituible para entender la felicidad humana y que Nelson Mandela es un político, y una personalidad, ejemplar. Es decir, lo que todos ya sabíamos. Y es que, en algún momento, Clint Eastwood tenía que mostrar sus puntos débiles, los de un genio que, por el momento, deja de estar invicto. Hasta la próxima convocatoria.

Nota: 8,5

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