sábado, 20 de febrero de 2010

Bunbury - Las Consecuencias



No tiene que ser fácil crear un disco como “Las Consecuencias”. Bucear en las vísceras de los recuerdos, desnudar los sentimientos, revolver el pasado, presente y futuro para hablar de cosas tan íntimas como universales, debe ser más complicado cuando sabes que hay millones de personas detrás esperando para escucharte.

El enigma clave de este nuevo trabajo de Enrique Bunbury es evidente: ¿todo lo que cuenta (y canta) es autobiográfico o se trata de un nuevo disfraz artístico creado para la ocasión por el maño? Aunque el protagonista no ha querido desvelar nada al respecto, lo que sí que parece imposible es que la verdad que recorre cada verso, cada reflexión, cada sílaba, cada melodía de “Las Consecuencias” sea impostada.

Y de nuevo, Bunbury, nos obliga a olvidar todo lo que habíamos escuchado antes. Aquí no queda ni una pizca de la electrónica que recorría “Radical Sonora”, ni del omnipresente lado cabaretero que abrió la veda en “Pequeño”, ni cuenta con una grandilocuente producción como era el caso de “Flamingos”; incluso queda fuera el mestizaje que abanderaba esa obra maestra atemporal llamada “El viaje a ninguna parte” o el rock de “Hellville Deluxe”. Esta vez toca recoger las guitarras eléctricas, excepto en la espectacular “Los habitantes”, la más “Bunbury” del lote, y refugiarse en acústicas, violines y pianos para dar forma a diez canciones que son más que eso, son las vivencias y reflexiones más profundas de un artista que lleva la intensidad como sella de identidad.

Es un disco oscuro, denso, muy poético. No entra a la primera escucha, incluso puede desconcertar, pero es cuestión de aceptar las reglas del juego, dejarse llevar y entrar en un rincón de la música de Bunbury desconocido hasta la fecha, un lugar donde se encuentran, sin aparente dificultad, influencias como Tom Waits, Leonard Cohen, Nick Drake, o el imprescindible Dylan, pero, y aquí esta la maestría, sin dejar de sonar inconfundiblemente a Enrique Bunbury.

¿Y las canciones? Pues redondas en su mayoría, grandes en su, en algunos casos máxima, sencillez, emotivas, sin fisuras y cantadas tan bien como siempre, llegando a la excelencia en algunos casos especiales (“Es hora de hablar”). Pocas veces Bunbury ha sonado tan desnudo y sin artificios como en temas como “21 de octubre” o la misma “Las consecuencias”, tan sincero como en “Nunca se convence del todo a nadie de nada”, tan brillante como en la excelente versión de “Frente a frente”, tan emotivo como en esa genialidad llamada “Ella me dijo que no”, tan cantautor como en la espectacular “Lo que más te gustó de mi”. Y por si esto fuera poco, el maño regala “De todo el mundo”, no solo la mejor canción del disco, con diferencia, sino, desde ya, una de las mejores canciones de su carrera.

Decía al principio que no debe ser fácil crear un disco como “Las consecuencias”, pero esta afirmación se contrasta con la sencillez con la que se disfruta este trabajo, con la emoción sincera que, siempre, ha despertado escuchar canciones cantadas desde dentro, con el corazón en la garganta. Nunca se había escuchado a un Bunbury tan íntimo, tan sencillo, tan profundo. Y pocas veces se ha escuchado a un Bunbury mejor. Y quizás este disco no tenga el éxito que se le presupone, pero tampoco parece pretenderlo. Se la ha vuelto a jugar y, una vez vistas sus cartas, las consecuencias no pueden ser mejores. Duele, hipnotiza y emociona. Hasta el próximo cambio de rumbo, boxeador.

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