domingo, 14 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim contra el mundo - Continue




No tengo que hacer muchos esfuerzos para recordar cuando de pequeño le pedía a mi madre veinte duros para ir a jugar con mis amigos a los recreativos del parque infantil que había al lado de mi urbanización de verano. Pasábamos las horas jugando al “Street Fighter”, “Super pang”, “Spider-man” o un juego de vaqueros que me encantaba pero que, maldita memoria, no recuerdo su nombre. Eran buenos tiempos, inocentes, ingenuos y podíamos llegar a ser los chavales más felices del mundo solamente por ganar un combate al “Mortal Kombat” con un combo imposible. Una generación que ha ido creciendo, algunos más, otros menos, hasta llegar al día de hoy, donde esas máquinas gigantescas han dado paso a videoconsolas cada vez más diminutas, donde se juega a juegos donde los protagonistas parecen seres humanos tan reales como tú y como yo. Pero aún quedan aquellos enamorados que recuerdan con nostalgia aquel primer game over, you win o ayuken. Para todos ellos llega un homenaje en forma de película: Scott Pilgrim contra el mundo.


El director Edgar Wright, llegado directamente de la escuela de comedia inglesa, retrata la típica historia de chico conoce chica como no se había hecho antes. Tras unos epilépticos títulos de crédito, Wright comienza un festín visual pasado de rosca, donde los ochenta, la psicodelia, lo Indie, el punk rock y, sobre todo, el videojuego se dan la mano en una montaña rusa que no da descanso alguno a un espectador que intenta, como puede, captar todos los mensajes, visuales, que se le están mandando. Y es innegable la fuerza de sus imágenes, lo brillante de alguna de sus ideas, como el homenaje a las sit coms americanas, pero eso no puede dejar de ocultar las deficiencias de un guión que contiene demasiados referentes, demasiadas locuras, llegando a sobrecargar, especialmente en una primera hora que tarda demasiado en arrancar, cuando lo que intenta es arrasar. Sin embargo, en la segunda parte de la película, “Scott Pilgrim contra el mundo” decide aparcar, en cierto modo, su innovación, basada en lo retro, para terminar mandando un mensaje que, no por ejemplar, deja de ser tópico.


Son muchas las voces que ya la han señalado como nueva película de culto, como la historia que marcará a una generación de adolescentes que, en un futuro no muy lejano, recordarán con cariño la primera vez que vieron “Scott Pilgrim contra el mundo”. Y uno no puede más que sonreír al escuchar este tipo de alabanzas. Sinceramente, nos encontramos ante un entretenimiento híper vitaminado, unos fuegos artificiales sin control que sepultan una historia contada mil veces antes. Y no, no es la película que marcará a una generación, es la película que se le debía a una generación. Amémosla u odiémosla. Después de todo, siempre ha dependido de nosotros pulsar el “Continue”.

No hay comentarios: