Soy Alberto Frutos, periodista. Actualmente soy crítico de cine y música para la página web de La Opinión de Murcia. Además, colaboro en Onda Regional y en Diario 24 de Tucumán (Argentina). A lo largo de esta carretera que se abre,iré comentado y analizando algunos estrenos cinematográficos. Además,la música también formará parte de este blog, ya que, se profundizará en discos, clásicos o actuales, que marcan el panorama musical. Mi correo es albertob23@gmail.com
sábado, 9 de abril de 2011
"Río" - Pájaros de Ipanema
Uno de los encantos primitivos del cine es su capacidad indiscutible para transportar al espectador a mundos, lugares, a los que, por suerte o por desgracia, solamente puede acudir a través de la gran pantalla. El género que mayores beneficios está sacando de esta virtud es el de animación, quizás por el lazo imprescindible entre imaginación e historia que se plantea en el arduo trabajo de estos creadores de sueños, con mayúsculas. Los mundos de "Wall E", "Buscando a Nemo" o "Ice Age", por salir del monopolio, justificado, de Pixar, ejemplifican a la perfección el regalo que la animación brinda a su audiencia. Las formas en este género han sido siempre elemento primordial para su éxito. El nivel de genialidad, y consecuente respeto y admiración por parte de la industria, de las cintas de animación en los últimos años se debe, principalmente, al maravilloso equilibrio que se ha creado entre la forma y el contenido. "Río", último estreno animado de lo que llevamos de año, desequilibra la balanza a favor de lo que rodea a la historia, en vez de pulir la misma.
Quizás por lo malacostumbrados que nos tienen los genios de Pixar, omnipresentes cuando se trata de hablar de cine de animación, la historia de "Río" sabe a poco. Nos han contado esta trama de adaptación a un mundo nuevo y posterior superación de trauma demasiadas veces y con el mismo, o mejor, resultado. Nada nuevo bajo el sol en lo que a argumento se refiere. Pero es que, para los creadores de "Río" está claro que lo verdaderamente importante es el astro rey que brille en lo alto de Río de Janeiro, a la postre, auténtico protagonista de la cinta.
Como si de un festival de luces y colores se tratase se nos presenta ante nosotros la ciudad brasileña como lo hacía París en la deliciosa "Rataoutille", es decir, como parte imprescindible de la historia central, como elemento en constante movimiento, escenario perfecto para las vicisitudes que se van presentando en el camino de Blue y sus compañeros, unos secundarios con más o menos carisma pero a los que, inevitablemente, se les termina cogiendo cariño. Y eso es, básicamente, lo que ocurre con "Río", que uno termina conquistado por su encanto especial y diferente. Ese que le aporta, por ejemplo, un bucólico paseo por el atardecer brasileño a ritmo de bossa nova acompañados, no por la chica de Ipanema, sino por sus pájaros. Igual de lindos, por cierto.
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