domingo, 30 de enero de 2011

Monsters - El amor entre los escombros




Algunas de las imágenes más hermosas que recuerdo haber visto en el cine están relacionadas con la muestra de amor o esperanza en medio de la catástrofe. Un beso silenciado por el caos ("Titanic"), el abrazo de una hija a su padre cuando todavía la sangre continúa caliente en el suelo ("El retorno del Rey") o, especialmente, un grito capaz de callar la tortura y la barbarie ("Braveheart"). La mayor parte del poder de estas escenas memorables del séptimo arte reside en su capacidad para conmover a través de lo inesperado, del asombro emocional que deja en cualquier persona descubrir como, a pesar de todo, alguien puede dedicar un beso o un abrazo en una situación donde la mayoría lloraríamos, gritaríamos o, directamente, nos resignaríamos ante lo inevitable.


"Monsters", el debut tras las cámaras de Gareth Edwards, ni de lejos alcanza la maestría y profundidad de las películas mencionadas en el párrafo anterior, pero si que se podría entender como un ejercicio de género basado en la búsqueda de las flores en la suciedad, de la caricia entre los gritos, de la ternura y, alrededor, los escombros. Lo que hay que aclarar, puesto en duda una vez más por los engañosos trailers de turno, es que estamos ante una película de amor. Es cierto que el contexto nos puede traer a la memoria films como la notable "Distrito nueve" con la que comparte paisajes desolados y personajes solitarios, pero donde la película de Neil Blomkamp apostaba por la espectacularidad y la acción, Edwards impone la sutileza, las miradas y silencios.


"Monsters" no es una película de ciencia ficción con un romance metido con calzador, sino una sencilla y, por momentos, interesante historia de amor con la invasión alienígena como telón de fondo. Es, en definitiva, una notable película, lastrada por su tono contemplativo y unos personajes protagonistas faltos de un carisma que, sin emabrgo, suplen con una química destacada. Para el recuerdo queda un clímax final poderoso en su forma y en su contenido, una escena memorable que nos recuerda que, incluso los monstruos, con la destrucción alrededor, también son capaces de dedicar sus últimos instantes a algo tan necesario como es amar.

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