miércoles, 16 de febrero de 2011

"Valor de ley" - Como las de antes





Nieve. Un hombre asesinado frente a su casa. Tan cerca y, a la vez, tan lejos de su refugio, del abrazo de su mujer, del calor de su familia. Un borracho cabalga solitario, manteniendo como puede su figura entre la niebla oscura de la noche, difuso, inconsciente, quién sabe si arrepentido. La voz de una niña nos cuenta el valor de la venganza, del sacrificio, del perdón. Y una melodía de piano, entre épica y triste, da comienzo a "Valor de ley", un western que se estrena en 2011, pero que perfectamente lo podría haber hecho en 1940, inicio de una década que supuso la época dorada de este género cinematográfico en constante muerte y resurección.

La nueva película de los hermanos Coen tras la, tan amada como odiada, "Un tipo serio", no solamente reúne los códigos más característicos del conocido western crepuscular, como pueden ser la soledad del héroe o las reflexiones sobre la moralidad y ética de las acciones y decisiones de cada personaje, sino que se impregna de un maravilloso aroma al más tradicional "cine del Oeste", es decir, unos buenos buenísimos, unos malos malísimos, paseos en caballo al anochecer o tiroteos desde las más altas montañas. En esa mezcla reside uno de los máximos logros de una película redonda desde todos los puntos de vista. Una manera de reinterpretar el género desde el homenaje y, a la vez, la poesía inherente que siempre ha tenido el western.

Comandada por un inmenso Jeff Bridges, acompañado de la modélica Hailee Steinfeld en su debut en la gran pantalla y un sobresaliente Matt Damon en una de sus mejores interpretaciones, "Valor de ley" supone el regreso al mejor cine de Joel y Ethan Coen, ese en el que podemos encontrar títulos tan dispares como "Muerte entre las flores", "Fargo" o "El Gran Lebowski". Algunas de sus señas de identidad siguen apareciendo, como su inevitable humor absurdo, pero, en esta ocasión, ofrecen una emotiva poesía visual que pocas veces, o ninguna, se había visto en su cine. Sirva como ejemplo la, mencionada, escena inicial o su, tan épico como conmovedor, desenlace.

En definitiva, los hermanos Coen no han hecho una obra maestra. Han firmado un clásico. Por eso, cuando en la cabeza resuenan aún los compases de la memorable banda sonora compuesta por Carter Burwell, se mantiene esa sensación de haber visto una película, en el mejor sentido de la expresión, como las de antes. Un film que, quien sabe, repitan en la televisión dentro de 60 años y le haga pensar a algún chico: "vaya, así se hacía el cine antes". Y, entonces, alguien debería decirle, comolo hacen ahora los Coen : No, "hermanito", así se hacía, hace y hará, el mejor cine, siempre.

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