domingo, 20 de febrero de 2011

"Winter,s Bone" - Melodía de banjo




Coinciden este año, entre las diez películas nominadas al Oscar, dos western tan similares como alejados el uno del otro. Por un lado, “Valor de ley”, el conmovedor homenaje que los Coen hacen al género que convirtió en arte John Ford y en leyenda John Wayne. Por el otro, “Winter,s Bone”, un film que, bajo su apariencia actual, esconde un western crepuscular ambientado en los bajos fondos de la América más desconocida, aquella donde los adutlos viven en chavolas llenas de cocaína y los niños deben aprender pronto a utilizar un rifle. No hay caballos, sino viejas camionetas, no hay duelos al sol, sino golpes en la noche, no hay frases lapidarias, sino silencios incómodos que elevan la tensión a su máximo nivel. Sin embargo, si que encontramos búsqueda de la venganza, desesperación, desoladores paisajes por los que la protagonista de esta historia vaga en busca de su padre desaparecido y juicios morales que conectan de manera directa con las historias del Oeste más tradicional.


“Winter,s Bone” propone una narración seca, sin apenas apoyo musical, que recuerda en su atmósfera al Eastwood más oscuro y en sus modos a los Coen de “No es país para viejos”, por lo árido de un ritmo que no facilita la visión de la cinta y que puede provocar el sopor y aburrimiento en el espectador. La directora Debra Granik ofrece una película gélida, llevando hasta las últimas consecuencias su forma de entender el relato, contagiándose de la frialdad con la que su personaje principal, una sobresaliente Jennifer Lawrence, afronta el reto de enfrentarse a un grupo de personajes tan aterradores como desoladores.


A pesar de una trama sencilla y, en cierto modo, carente de originalidad, “Winter,s Bone”, supone un ejercicio narrativo en toda regla, un ejemplo de entender cada vez más escaso en la actualidad, centrándose en los personajes por encima del contexto, tomándose el tiempo necesario para cada escena, sin grandes alardes ni prisas, dejando a la historia fluir hasta desembocar en una escena desgarradora y memorable por su forma y contenido. En definitiva, una película en la que es difícil entrar y sencillo salir, por lo que es necesario agudizar todos los sentidos para empaparse y temblar con una historia que parece contada con el poso de melancolía que caracterizan algunas de las melodías de banjo que sirven como prólogo y epílogo de la cinta. En cada una de esas notas se puede apreciar el aroma clásico, no del western, ni del cine, sino de la esencia última del ser humano. La búsqueda constante de una meta por encima de las dificultades. Conseguirla o no, es otra cosa.

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